‘Skinheads’ y ‘mods’, o cómo vestirse contra la cultura dominante

Saila Marcos
Libro reseñado: 
infolibre.es
17/07/2014
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En un barrio obrero de Londres, Jimmy discute con sus padres porque se ha puesto sus pantalones Levi's aún mojados y está pringando toda la casa. “Hay que dejar que se encojan puestos para que sienten bien”, explica el chaval y se va corriendo hasta el salón donde acaba de empezar la actuación de The Who en el mítico programa de televisión Ready, Steady, Go! Esta es una de las escenas de la película Quadrophenia, basada en la ópera rock homónima de The Who, en la que se abordan los asuntos vitales, musicales y lisérgicos que preocupaban a un joven mod británico de mitad de los años sesenta. Es decir, cómo aguantar bailando todas las noches en los pubs del Soho londinense, la manera de arreglárselas para comprarse un elegante traje, las anfetaminas y las vespas.

En la Gran Bretaña de postguerra se dieron una serie de cambios sociales, auspiciados por una aparente prosperidad económica, que provocaron una explosión del gasto en consumo de la clase trabajadora, reconvertida en la nueva clase media. Aparecieron los medios de comunicación de masas, el entretenimiento, el arte y la cultura popular. Surgió también el consumidor adolescente, con una mayor capacidad adquisitiva que la de sus padres a su edad, y que se convertiría en el nuevo objetivo comercial para el que se hacían programas de televisión como Ready, Steady, Go!, por el que pasaron grupos como The Kinks, The Rolling Stones, The Animals o Martha and the Vandellas.

Pero no todo fue una asimilación acrítica de la nueva cultura hegemónica; las tribus urbanas comenzaron a utilizar sus propios códigos culturales como una forma de resistencia a la ideología de consumo. Teddy boys, rudies, skinheads y mods fueron las manifestaciones más espectaculares de la cultura británica de postguerra. Elementos culturalmente elaborados e inscritos deliberadamente en una cultura de clase, la trabajadora, que ejercieron una fuerte reacción estética, aunque también moral, contra el pensamiento hegemónico. La editorial Traficantes de Sueños acaba de reeditar Rituales de resistencia. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de postguerra, uno de los trabajos canónicos de los estudios culturales, escrito hace casi 40 años en el Centro de Estudios Culturales Contemporáneos de Birmingham. El centro fue una especie de crisol de teorías sociales fundado por Richard Hoggart en 1964 y diseñado para analizar expresiones y relatos culturales alternativos como lo fueron los movimientos sociales juveniles. El estudio, coordinado por Stuart Hall y Tony Jefferson, combina elementos del marxismo, la teoría crítica, los medios de la comunicación o la lingüística. Los veinte ensayos que comprenden Rituales de resistencia ahondan en el origen y significado simbólico de las subculturas británicas.

Una de las primeras tribus urbanas fue la de los teddy boys o teds en los años cincuenta. Iban ataviados con chaquetas largas de solapas estrechas y cuellos de satén, pantalones ceñidos, chalecos y corbatas de lazo, probablemente copiadas de los westerns americanos. El traje, conocido como eduardiano, fue en primera instancia diseñado para los jóvenes aristócratas de ciudad y, desde que los teds de clase obrera comenzaron a utilizarlos allá por 1953, los dandis acomodados tuvieron que revenderlos a precio de saldo en los mercadillos. El uso de este traje, que en principio se interpretó como una forma de la juventud de clase baja para comprar estatus, acabó siendo una reacción contra la cultura dominante. Los teds se reafirmaron en los valores que imperaban entre los obreros de entreguerras, siendo la protección del territorio uno de sus ideales supremos.

Los mods aparecieron una década después, en los sesenta. Auténticos fetichistas del estilo, vestían de manera pulcra y elegante: trajes a medida, polos Fred Perry o Ben Sherman, botines y parkas. Fueron los primeros blancos-negros completamente británicos por adoptar muchas veces la cultura negra como propia, además de escuchar música tradicionalmente considerada como negra como el jazz, el swing, elrhythm and blues o la producida en el sello estadounidense Motown. Los mods buscaban dominar por completo su esfera privada: mientras tenían pequeños trabajos de día, por la noche salían a bailar desenfrenadamente en los bares del Soho, un barrio en el que se concentraban la mayoría de los pubs que servían de punto de encuentro para esta subcultura. Los mods parecían invertir conscientemente los valores asociados a la vestimenta elegante con su forma de moverse y de redefinir el uso de lo que poseían. El afán consumista del que hacían gala no era, en un principio, pasivo.

Quizás la subcultura que más hizo evidente su reacción al aburguesamiento de la clase obrera fueron los skinheads. A través de la revalorización del significado de la pandilla y de la solidaridad entre los miembros del grupo, intentaron recuperar el sentido comunitario tradicional de los trabajadores. Se mostraban resentidos contra aquellos que querían darse aires de grandeza y los que erosionaban los estereotipos tradicionales de masculinidad, especialmente los hippies. Losskinheads también son un ejemplo de la apropiación de un repertorio simbólico de una cultura preexistente. Adoptaron formas y valores de la clase obrera, a la que pertenecían sus padres, y que habían sido aparcados a un lado por las crecientes dinámicas de consumo. Su estética –botas Dr. Martens, pantalones remangados, cazadoras Harrington— fue adoptada posteriormente por los grupos ultraderechistas, de los cuáles intentaron diferenciarse refiriéndose a ellos como boneheads (estúpidos, idiotas). El contenido simbólico de estas subculturas quedó invalidado cuando el capitalismo lo fagocitó y lo empezó a comercializar.

La estética mod, punk o skin dejó de ser un ritual de resistencia al convertirse en un mero bien de consumo. De todas formas, las tribus urbanas tendrían una importante presencia en la literatura y el cine británicos. En el ecuador de la época thatcherista aparecería el telefilme Made in Britain, la historia de un skin racista adolescente, y Scum, sobre la convivencia en un reformatorio juvenil y la integración entre diferentes subculturas, ambos trabajos dirigidos por Alan Clarke. Ya en la primera década de este siglo, el mundo skin sería retratado por Shane Meadows en This is England, donde se aprecia la diferencia entre
los skinheads fieles a la cultura obrerista y los neonazis. Los mods tuvieron su representación en la adaptación que hizo Rowan Joffe de la novela de Graham Greene, Brighton Rock, y en la que se muestra el enfrentamiento entre mods yrockers en la ciudad costera. El cénit de esta rivalidad, la batalla campal en 1964, fue también protagonista en la ya mencionada Quadrophenia, rodada por Franc Roddam en 1979.