Cuba fue uno de los primeros países que aprobó el sufragio femenino en América Latina. Cuando la dictadura de Gerardo Machado fue derrocada en 1933, el breve gobierno de Ramón Grau de San Martín emprendió un ambicioso programa social y político en el cual se contemplaba esta reforma electoral. Poco después, la Constitución de 1940 ratificó la medida e incorporó las convenciones internacionales contra la discriminación por sexo, raza o religión. Durante el periodo constitucional que finalizó con el alzamiento militar del Coronel Fulgencio Batista en 1952, todas las mujeres mayores de veintiún años pudieron elegir y ser electas, si bien su presencia en el Parlamento y el Senado fue muy reducida. No obstante, fuera del Congreso, calles y locales, plazas y colegios continuaron constituyendo espacios donde las mujeres debatieron y se manifestaron para mejorar tanto su propio bienestar como el del resto de la ciudadanía. Este libro estudia cómo los impulsos generados por el sufragismo en Cuba no desaparecieron tras la aprobación del voto femenino. Por el contrario, las demandas y programas promovidos por las mujeres contribuyeron a ensanchar las fronteras de la democracia durante el periodo de entreguerras y los comienzos de la Guerra Fría. Desde instituciones representativas y cuerpos consulares, desde sindicatos y asociaciones municipales, cientos de mujeres negras, blancas y mulatas promovieron nuevos modelos de interacción y acción social en un contexto histórico convulso. Sus propuestas convergían a veces con el feminismo liberal, y en otras con la justicia social, el antiimperialismo o el pacifismo. Este libro narra los éxitos y fracasos de aquellas mujeres cubanas que creyeron y pudieron involucrarse en proyectos reformistas o radicales, pero también rescata la memoria de aquellas que, aun no pudiendo, alentaron a creer que un país mejor era posible.