Silvia Federici, escritora, profesora y activista feminista italo-norteamericana de largo recorrido, estuvo recientemente en varias ciudades del Estado español. Con ocasión de su paso por Iruñea tuvimos la oportunidad de conversar con ella en torno a su obra más conocida, Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria (2010), y a otros temas relacionados con el capitalismo, el marxismo y el movimiento feminista, especialmente en América Latina y Estados
Unidos.
Sagrario Ruiz y Begoña Zabala: Calibán y la bruja fue publicada hace ya varios años y se puede decir que ha tenido un notable éxito, no solo de ventas, numerosa asistencia a tus charlas tanto en Madrid como en Zaragoza o en Iruñea muestra el interés que suscita en diversos ámbitos. ¿A qué atribuyes este renovado interés?
Silvia Federici: Sí, ha tenido mucho éxito a nivel de movimiento y a nivel académico. El éxito tiene diferentes orígenes, diferentes razones. Una razón, sin duda fundamental, es que este libro ha dado una razón sintética que faltaba de la condición de la mujer en la transición a la sociedad capitalista. Por ejemplo, las estudiosas de la historia de las mujeres han escrito muchos documentos sobre la posición de la mujer en momentos concretos en los siglos XVI y XVII, reconstruyendo su forma de vida, su trabajo. Mi libro hace algo diferente. No se ha centrado solamente en su forma específica de trabajo, sino que ha hecho una nueva síntesis, una nueva perspectiva para comprender,
en general, las estructuras de cambio, cuáles han sido las fuerzas sociales que han supuesto un impacto en la condición de las mujeres en la transición al capitalismo. Ha condensado la historia de las mujeres y, sobre todo, ha vinculado la historia de la reproducción con el desarrollo de la sociedad capitalista, mostrando que los cambios en la condición de las mujeres hunden sus raíces en los cambios de los procesos de reproducción y son una parte fundamental del desarrollo y de la acumulación capitalista.
S.R. y B.Z.: Parece que estás hablando de una revisión importante del tradicional relato del nacimiento del capitalismo enfrentando, en alguna medida, los análisis de Marx.
S.F.: La lectura de El capital de Marx, su obra más importante para comprender el desarrollo del capitalismo, me llevó a estudiar más a fondo ese periodo histórico. Creo que Marx hace un análisis muy importante del desarrollo del capitalismo pero, al mismo tiempo, es un análisis parcial. Lo considero muy parcial porque lo ve desde el punto de vista de la creación de las fábricas, de la gran industria, del proletariado social. En cambio, toda el área de las actividades con las que se reproduce la fuerza de trabajo, el cambio que el capitalismo supuso para ellas, no está incluida. Mi libro escribe una página importante de la historia de clases que en la obra de Marx no aparece. Esta obra le da al feminismo un enfoque de clase que tiene un fundamento histórico. Además, a partir de esta nueva perspectiva, reinterpreta qué es el capitalismo, dándole una nueva visión. No es solamente un añadido más al trabajo de Marx, sino que es una nueva interpretación de qué es el capitalismo, empezando por el concepto de revolución, al tener en cuenta los aspectos que afectan fundamentalmente a las mujeres, podríamos decir, su feminización. El libro muestra que se da un proceso de feminización porque la creación de las condiciones de la sociedad capitalista no se limita a la colonización y a la separación de los campesinos de la tierra, sino también al proceso de la formación de una nueva división sexual del trabajo, la separación de producción y reproducción, quedando las mujeres relegadas al espacio de la casa. Este hecho es fundamental y una de las razones por las cuales hoy el libro ha sido adoptado en tantos cursos diferentes, de historia, de marxismo y de feminismo.
S.R. y B.Z.: ¿Cómo se relaciona ese análisis con la situación actual?
S.F.: Lo que Marx llamó la acumulación originaria, esos procesos que crean las condiciones que favorecen el desarrollo del capital, también se han vivido en otras épocas. Hoy mismo se están produciendo. Casi se podría decir que estamos en presencia de una fase permanente semejante al período de acumulación originaria. La versión actual del capitalismo, el neoliberalismo, con la destrucción medioambiental, las privatizaciones de tierras y servicios, está provocando la aparición de una nueva ola de violencia contra las mujeres. Una forma total de violencia contra las mujeres que nos recuerda la caza de las brujas. Así que me parece posible crear un puente a través del libro, una conexión entre pasado y presente, leer el pasado para iluminar el presente, ver el presente como una trayectoria histórica del capitalismo.
S.R. y B.Z.: Ahora que mencionas el tema de las brujas, que tanto eco ha tenido en nuestros ambientes feministas, ¿cómo crees que ven las más jóvenes a las brujas?
S.F.: Las jóvenes tienen una visión contradictoria de la imagen de la bruja: su casa como una cueva, su representación como símbolo de la muerte. Pero, por otro lado, también hay jóvenes que ven a la bruj como una mujer rebelde porque es enemiga del Estado, de la iglesia, del capital... Esa imagen les da una conexión con las mujeres del pasado. Les ofrece la posibilidad de comprender su propia situación, la situación de violencia que viven. Su desacuerdo con esta situación que les perjudica y que las lleva a ser rebeldes.
S.R. y B.Z.: Puede parecer que esta identificación que pintas resulte un poco folclórica...
S.F.: Algunas veces en el movimiento las más jóvenes mistifican un poco a las brujas porque a menudo no saben exactamente cómo eran. Eran parte de un mundo que el capitalismo quería destruir. No eran mujeres excepcionales, sino que formaban parte de un mundo precapitalista con su pensamiento, con sus prácticas, con sus saberes, con su vida más colectiva, que el capitalismo necesitaba destruir. Creo que esta imagen hoy es
muy impactante. Por ejemplo, en muchas manifestaciones de mujeres en América Latina, las mujeres corean “Somos las brujas”, “Somos las nietas de todas las brujas que no pudisteis quemar”. Después ha habido como una explosión. Yo no creo que sea solo por el libro Calibán y la bruja. Sin embargo, hay en muchos lugares actividades relacionadas con él. Un grupo de teatro está preparando una representación basada en el libro. Aquí mismo, la rapera cordobesa Gata Cattana, fallecida precisamente este marzo pasado, habla de Calibán y la bruja en una de sus canciones. Me escriben de muchos sitios donde cuentan esas iniciativas. El trabajo ha resultado muy inspirador. Creo que sirven para aunar a diferentes sectores del movimiento feminista: las estudiosas, las marxistas... Cada una con intereses distintos en el trabajo. Es un intento de resignficación de un período histórico que se conecta muy fácilmente con el libro.
S.R. y B.Z.: Estás hablando de un intento de resignificación de la brujería, en su período histórico concreto. Y además lo conectas con el período actual, que sería un nuevo periodo de acumulación capitalista. ¿A pesar de la crisis que se hace patente en el año 2008?
S.F.: Para mí, sí. Estamos en una nueva fase. La globalización representa una nueva forma de acumulación. A partir de la crisis de 1974, cuando empieza el proceso de reestructuración, cuando empieza la destrucción del Estado de bienestar, es el proceso de privatización de la tierra. Es la globalización. Empieza un proceso de recolonización del Tercer Mundo, sobre el que se construye una nueva organización de las empresas.
S.R. y B.Z.: Y entonces, ¿cuál sería la manifestación más importante de la violencia contra las mujeres en esta fase equivalente a la historia de las brujas en el proceso de acumulación originario?
S.F.: Hay varios indicadores: el aumento del número de abusos, los feminicidios en diferentes partes del mundo, la aparición de nuevas formas de violencia que antes no existían, formas nuevas que tantas compañeras como Rita Segato están investigando en Colombia, en Argentina... Es la violencia paramilitar, la viollencia dle narcotráfico, que están muy relacionadas con políticas de expolios y extractivistas que atacan a las mujeres para echarlas fuera y desplazan a comunidades enteras de sus tierras. Este tipo de violencia vinculada a la privatización de la tierra, a la proliferación de explotaciones petroleras o mineras, o vinculadas con ella. Un ejemplo puede ser lo que sucede en Ciudad Juárez, donde la violencia aparece vinculada a las maquilas y a la falta de protección a las mujeres, así como a la impunidad de los crímenes. Algo semejante sucede con las mujeres migrantes en busca de trabajo que las coloca en una situación de vulnerabilidad.
S.R. y B.Z.: ¿Puedes concretar un poco más cómo se produce esa violencia sobre las mujeres migrantes en Estados Unidos, donde tú vives?
S.F.: En Guatemala y Estados Unidos, las mujeres migrantes están sometidas a mucha violencia. Quince días antes de iniciar el viaje comienzan a tomar anticonceptivos porque ya saben que van a ser violadas. Sufren la violencia por parte de los coyotes y de la policía de fronteras. Esta policía, hoy, en Estados Unidos está militarizada en un sentido muy técnico y tiene un protocolo para tratar a las personas que entran en EE UU y que son arrestadas, que es idéntico al que aplican en Irak. Es mucho más duro que el que aplica la policía en otros casos. Y se dice que la violación se está integrando en ese protocolo de actuación contra las mujeres migrantes.
Pero no acaba ahí la violencia porque la violencia física se conecta con la violencia de las instituciones, de las políticas sociales. La misma mujer que es violada al cruzar la frontera, después de cruzarla, en muchos casos, encuentra trabajo como empleada doméstica y sufre en muchos casos violencia laboral. Como no tienen papeles, la gente que las emplea abusa de esa situación y las mujeres se enfrentan a una falta total de derechos. Son tan vulnerables debido al vacío de reglamentación laboral, de forma que es muy difícil que puedan hacer frente a esta violencia. Actualmente, se están organizando y llevan su lucha a la calle. Durante mucho tiempo, esto había sido casi imposible. Cuando el patrón te viola, la familia no te paga, te han retenido el pasaporte y no tienes todos los documentos en regla, es muy difícil ir a reclamar a la policía. Esta situación es muy frecuente en las trabajadoras domésticas. Y además es estructural, premeditada y gracias a ello consiguen pagar mal a las trabajadoras del hogar. Además, la mujer empleadora puede permitirse ganar poco porque aún paga menos a su empleada.
S.R. y B.Z.: ¿Podrías desarrollar el término de violencia institucional en relación a la violencia contra las mujeres?
S.F.: Bueno, toda esta situación que acabo de describir está relacionada con la destrucción de las familias, el desmantelamiento de los sistemas comunitarios, la privatización de la tierra. Toda esta nueva ola de privatizaciones en África, por ejemplo, está vinculada a la titularidad individual de la tierra, al ataque a los sistemas comunitarios. En África, ahora mismo, en una nueva oleada, se está asesinando a miles de mujeres acusadas de ser brujas. Estas nuevas formas de acumulación tienen consecuencias en la violencia contra las mujeres. Estoy preparando un trabajo sobre ello. Además, la militarización de la vida, los ejércitos, las guerras, la seguridad privada, la violencia del Estado y la violencia del capital se están incrementando. Hoy, a nivel cotidiano en muchos países, la vida está militarizada, sometida a políticas securitarias. Hay muchos hombres armados que trabajan con la violencia como guardias, en las cárceles, en el narcotráfico, los paramilitares, con total impunidad, como ha estudiado la feminista francesa Jules Falquet. Todas estas violencias se convierten también en violencia a nivel personal, porque existe mucha impunidad. Una compañera que trabaja en México ha realizado dos mapas: uno recoge la violencia pública y otro la privada. Cuando analiza el nivel de violencia de un mapa, puede deducir cómo será el del otro
mapa. Hay una correspondencia entre ellos. Donde se da la de los traficantes, ahí aparece violencia contra las mujeres.
Por último, y no menos importante, es un problema que se nombre como violencia solo la violencia física, el asesinato, sin incluir también la violencia política, la de las políticas sociales. Hoy, el Estado es violento y utiliza no solo la violencia de forma general, sino también de forma específica. Todos los recortes que se están haciendo en educación, en salud, en aspectos que se refieren a los cuidados, son una forma de violencia. Así que la violencia tiene muchos frentes y no se puede combatir las violencias de forma aislada, la violencia forma parte de todo un sistema social y se le debe hacer frente con esta conciencia, con actividades y estrategias comprensivas.
S.R. y B.Z.: Tienes una relación intensa con América Latina y Europa. ¿Podrías comentar qué aspectos de la lucha del movimiento feminista y de otros movimientos sociales son comunes o en qué se diferencian?
S.F.: Creo que hoy en América Latina se habla mucho de que los pretendidos gobiernos de izquierda han perdido poder, se habla de una victoria de la derecha. Yo soy más optimista a pesar de que la situación es muy difícil. Pero la situación ya era muy difícil antes. Por ejemplo, con el gobierno de Correa, en Ecuador, que desplazaba a la gente que habita las tierras del Parque Yasuní para extraer petróleo en sus tierras. Algo parecido sucede en Bolivia con un gobierno que se dice de izquierdas, el de Evo Morales, que ha declarado la guerra a varios grupos indígenas durante años. A mí me parece que hoy en América Latina hay movimientos sociales muy fuertes, sobre todo en Argentina, Uruguay, también en Brasil, también hay un movimiento fuerte en México.
Un dato estadístico: en Argentina todos los años, el 12 de octubre, el día de la Raza, las mujeres se reúnen cada año en un lugar diferente para plantear sus reivindicaciones. En 2016 se juntaron 70.000 mujeres en Rosario venidas de todos los rincones. La reunión coincidió con la noticia del asesinato de la joven Lucía que conmocionó la opinión pública. Las mujeres presentes en la reunión la interpretaron como un ataque directo. En esta ocasión, las mujeres hicieron la llamada para la huelga del 8 de marzo en 2017.
S.R. y B.Z.: ¿Cuáles son los aspectos más innovadores de ese movimiento?
S.F.: Creo que en mi experiencia, que puede ser limitada, el movimiento de mujeres en Argentina es el más poderoso que conozco. Intento ir cada año porque para mí es una continua fuerza de inspiración, de coraje, de imaginación. ¿Por qué digo esto? No solo por las grandes movilizaciones, sino también por las nuevas formas de organización, nuevas formas de reproducción: formas más cooperativas de la reproducción social. Por ejemplo, se están creando redes de mujeres campesinas, indígenas, con conexiones con mujeres urbanas. En estas redes de mujeres se ha desarrollado una conciencia social, económica, política de los países latinoamericanos, del mundo, muy fuerte. Se han dado cuenta de que no se puede separar la lucha contra el capitalismo, contra la destrucción de la naturaleza... Es una lucha única que no se puede separar. Son mujeres con una perspectiva muy madura que están creando redes organizativas muy importantes.
S.R. y B.Z.: ¿Y es fácil relacionar esas dos facetas?
S.F.: Me parecen mujeres especialmente eficaces, poderosas, que están en la primera línea de las luchas. Por un lado saben que sus comunidades no tienen futuro si la política de acumulación de capital sigue gobernando. Saben que la explotación petrolera va a destruir sus comunidades. Cuando la compañía minera o la del agronegocio o la de la gasolina verde llegan y se apropian de las tierras, luchan exponiéndose a la violencia, incluso de sus compañeros o de los hombres, que aceptan trabajar para estas compañías. Ellas saben que el reducido salario que paga la compañía no compensa por la destrucción de su territorio. Saben que estas actividades exacerban la violencia de los hombres a causa de las duras condiciones de trabajo, el alcoholismo... Entienden la dinámica del capitalismo hoy, que es un mecanismo de división. Creo que esta es su perspectiva, que también se nutre de la memoria histórica de la colonización que ya ha destruido tantos saberes. Tienen una gran madurez política.
S.R. y B.Z.: ¿Se podría considerar que su defensa de la reproducción de la vida las sitúa en un movimiento ecofeminista?
S.F.: Más allá de las definiciones,estas mujeres son conscientes de cómo se reproduce su comunidad, son las más conscientes de la destrucción de sus comunidades. Estas mujeres son las más capaces de llevar la lucha y defender un sistema de reproducción que sustenta, permite la vida cada día en situaciones muy difíciles: hacen marchas hasta Quito, por la Amazonía, y son capaces de crear una estructura para sustentar las marchas... Me parece que son ejemplos de reproducción social contra el capitalismo. Las mujeres ocupan una posición central en estas luchas porque saben cómo reproducir la vida cada día y cómo reproducir la lucha. Ejemplos de la violencia que se ejerce contra ellas son el asesinato de la luchadora hondureña Berta Cáceres o Milagro Salas, encarcelada en Argentina desde hace más de un año, y tantas y tantas otras que han sido asesinadas... En Colombia hay mujeres que denuncian la situación de violencia que sufren por parte de los paramilitares después de los acuerdos de paz entre la guerrilla y el gobierno. Es mucha violencia, pero quiero insistir en que creo que esta violencia es una respuesta al protagonismo de las mujeres.
S.R. y B.Z.: La elección de Trump tuvo una réplica rápida en diferentes marchas de mujeres en muchas ciudades de Estados Unidos. ¿Cómo valoras estas marchas? ¿Cómo se organizaron?
S.F.: Yo participé en la marcha de Nueva York que fue muy importante y tenía sus contradicciones. No surgió espontáneamente: sí y no. No porque desde el inicio hubo un intento de hegemonizarla, o al menos lo intentaron, por grupos y ONG cercanos al Partido Demócrata, que trató de monopolizar el programa del acto. Pedía que si ibas a la manifestación mandases el nombre y te decían a qué hora te tenías que incorporar para garantizar que durante todo el día hubiera gente. Te mandaban el sombrerito rosa y el cartelito. Algo muy desagradable. Así que no era espontánea. Pero también es cierto que muchísimas mujeres salieron a la calle de forma espontánea, como terapia. Por eso fue tan numerosa. El lema era una marcha contra Trump porque es muy machista, racista. Pero no se ve lo peligroso del Partido Demócrata, de la política de los Clinton, de ella también, su implicación con la guerra, su responsabilidad en el programa que ha destruido una fuente de autonomía importantísima para muchas mujeres, sobre todo mujeres afroamericanas. Hillary Clinton es la que en 1996 introdujo una ley contra el terrorismo que ha ampliado la pena de muerte para muchos delitos, y que ha introducido toda una serie de reformas que han aumentado de forma exponencial el número de personas presas en las cárceles. Hoy tenemos más de dos millones de presos, la gran mayoría jóvenes de color. No hay que olvidar todo esto. Hillary Clinton apoyó todas las intervenciones militares. Algo así sucede con Obama, que durante su administración deportó más gente que en la época de Bush y produjo una escalada bélica en Oriente Medio.
S.R. y B.Z.: ¿Hubo alguna reivindicación del movimiento feminista en esta manifestación al margen de la protesta anti-Trump?
S.F.: En esta revuelta hay un poco de todo. Todavía no tengo una respuesta clara sobre si hay un programa que va más allá, si hay un programa específico. Me parece que estamos en un momento positivo porque durante toda la época de Obama hemos visto una violencia increíble: la violencia de la policía que ha matado a muchos jóvenes cada semana. Con Obama no ha cambiado esta violencia contra los jóvenes negros, con una impunidad absoluta. Respecto al movimiento feminista, la administración Trump ha aumentado esta violencia al colocar en puestos de poder a tantos racistas y también a neonazis. Por eso, se ha abierto en todo el país un gran debate también en el movimiento feminista. Hoy, las mujeres son las líderes contra el racismo como sucede en el movimiento Black lives matters. Las mujeres no están en posición subordinada o marginalizada. Están organizadas en muchas partes del país y esto es muy positivo. El conflicto en Charlottesville del pasado mes de agosto ha impulsado a muchos jóvenes a seguir con la eliminación de las huellas del racismo (estatuas, monumentos...). Ha abierto un nuevo debate, más que debate. Lo dedefiniría como un proceso de educación colectiva en el que participan muchos jóvenes que han olvidado qué fue la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil. Es un momento muy importante, de educación general. Los sucesos de estas últimas semanas me recordaban mucho los momentos vividos en 1992, cuando en EE UU decidieron celebrar con mucha pompa la llegada de Colón, la conquista. Fue totalmente contraproducente porque la respuesta fue un estallido de protestas, un escándalo. En gran parte del país se impulsaron cursos, conferencias, se escribieron panfletos, libros. En resumen se desarrolló un movimiento contrario. Contamos cómo habíamos visto llegar a esta gente “desde la playa, no desde el puesto de mando del barco”. Fue como una educación colectiva. A partir de entonces, el día de Colón ya no se celebra en gran parte del país. Y sus huellas se ven como vergonzantes, se esconden en lugares oscuros, se tapan.
S.R. y B.Z.: ¿Así que eres optimista sobre el futuro del movimiento feminista?
S.F.: Todo esto me parece positivo. La capacidad, la mirada de crear deseo, es un elemento catalizador. El programa es a largo plazo y las mujeres no estarán en la última línea. Hoy, en América Latina, y en tantos otros países, las mujeres están liderando muchos movimientos sociales. No quiere decir que el machismo haya desparecido, pero en esta última época soy optimista porque las mujeres estamos movilizadas, no aceptamos estar sometidas, tenemos capacidad de crear un programa a largo plazo.
Vamos a ver si somos capaces de reunir todas las luchas dispersas y logramos construir un programa. Es nuestro desafío.