Resulta evidente que los acontecimientos del pasado adquieren una dimensión diferente en función de los eventos y experiencias del tiempo presente. En nuestro contexto actual, los movimientos de lucha contra el cambio climático y las protestas contra el racismo sistémico han puesto de relieve la necesidad de interrogar el capitalismo del siglo xxi como un tipo de ecología-mundo que ha renovado formas de explotación y segregación de ecosistemas y medios de vida desde el siglo xv. Lejos de pertenecer a un pasado ausente dentro de un presente postcolonial, las formas de explotación que se inician en el siglo xv con la colonización europea en África y América aparecen cuestionadas de nuevo al hacerse evidente el agotamiento de las estrategias del capitalismo en su constante búsqueda de fronteras y espacios desde donde seguir prolongando la acumulación de capital.
Para Jason W. Moore, destacado historiador y geógrafo de la Universidad de Binghamton, 1492 es un momento crítico que da inicio a nuevas formas de organización social que fusionaron dentro de una misma lógica la explotación de la naturaleza, la esclavitud y la racialización de grupos despojados de toda humanidad y calificados de salvajes. En El Capitalismo en la trama de la vida (Traficantes de sueños, Madrid, 2020), Moore analiza cómo el entramado de relaciones que denominamos capitalismo ha funcionado a través de la naturaleza durante los últimos cinco siglos. Para Moore, el capitalismo como ecología-mundo no significa simplemente la ecología del mundo, sino una historia con patrones de poder, de capital y de naturaleza en unión dialéctica. En su trabajo, Moore sostiene que las crisis ambientales y políticas que atraviesan nuestro mundo tienen una causa común: el agotamiento del capitalismo como forma de organizar la naturaleza. En esta entrevista, Moore nos habla de los conceptos clave que definen en su trabajo la crisis medioambiental y la explotación de seres humanos racializados que se inicia con la expansión colonial europea.
Miguel I. Aristondo: Me gustaría empezar preguntando por una de las premisas de su libro Capitalismo en la trama de la vida, ecología y acumulación de capital, publicado recientemente en español. En este libro argumenta que necesitamos romper el dualismo naturaleza/sociedad que separa las actividades y producciones humanas de la naturaleza. ¿De dónde salió esta idea y por qué la separación de la actividad humana de la naturaleza es importante para comprender la crisis medioambiental actual?
Jason W. Moore: Es una excelente pregunta y un excelente lugar para comenzar. Lo primero que quiero observar es que esta categorización que separa la sociedad de lo humano y que define la naturaleza y la ecología como exterior a lo humano no es una descripción inocente del mundo. La idea de humanidad como producto de la invasión y genocidio en el Nuevo Mundo y como invento de la era del liberalismo fue testigo de la mayor expansión de la esclavitud moderna que el mundo ha visto hasta ahora. En ese sentido, la idea de naturaleza, sociedad, y humanidad responden a lo que Sylvia Wynter llama sobrerrepresentaciones que tienden a reducir la concepción de lo humano a un tipo de clase occidental burguesa.
En mi trabajo, lo que quiero puntualizar es que dentro de este debate sobre colonización y occidentalismo no solo se excluye una parte importante de la historia del poder económico y social, sino que también representa un instrumento de dominación. Por ejemplo, cada vez que un poder colonial moderno llega a las costas de una nueva tierra declara a sus habitantes salvajes e incivilizados, es decir, los declara parte de la naturaleza. Esto fue a menudo explícito, como cuando John Locke escribió la constitución para la colonia de las Carolinas a fines del siglo xvii, la cual prohibía al hombre inglés establecer contratos con pueblos indígenas. ¿Por qué? Debido a que los indígenas viven en un estado de naturaleza y eran vistos como incapaces de mejorar la tierra.
El primer paso que debemos entender es que lo que hoy llamamos naturaleza y sociedad, o lo que en una época anterior se llamaba civilización y salvajismo, no son solo fórmulas problemáticas de describir el mundo, sino que fueron y son instrumentos concretos de dominación.
Me gustaría traer ahora a la conversación los conceptos de antropoceno y capitaloceno. En su trabajo desarrolla una crítica del término antropoceno y propone la palabra capitaloceno como alternativa para pensar en nuestro contexto histórico. ¿Puede hablarnos del significado de estos términos y explicar por qué considera más oportuno centrarnos en el concepto de capitaloceno?
Déjame primero señalar que hay al menos dos tipos principales de antropoceno. Antropoceno se traduce literalmente como edad del hombre. Existen dos visiones geológicas en competencia para datar el comienzo del antropoceno. La primera data el antropoceno entre aproximadamente 1945 y 1970. Otro periodo propuesto por los geógrafos Simon Louis y Mark Maslin se llama Orbis Spike y data el antropoceno en 1610. Este momento tiene el punto más bajo en la concentración de dióxido de carbono debido al genocidio de los pueblos en el Nuevo Mundo que redujo la población de unos 60 millones en 1492 a alrededor de 5 millones en 1610. Este cambio produjo una regeneración forestal que hizo aumentar la absorción de carbono, por lo que la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera cayó alrededor de 6 o 7 partes por millón. No es una gran cantidad, pero lo suficiente para intensificar el clima sumamente frío e inhóspito de principios del siglo xvii.
Por otro lado, sabemos que entre 1570 y 1650 es precisamente la época en la que los propietarios de plantaciones y minas reestructuran radicalmente la ecología productiva del Nuevo Mundo, incluidas las ecologías humanas. Esto es exactamente al inicio de una crisis climática parcialmente capitalogénica. Dicho de otro modo, la crisis climática no es antropogénica o provocada por humanos, sino capitalogénica, creada por el capital. De inmediato entendemos que existe una diferencia entre el argumento geológico del antropoceno para hablar sobre la historia del cambio climático como era del hombre, y mi contraposición a esa idea de antropoceno con el concepto de capitaloceno, el cual se refiere a la era del capital. El concepto de capitaloceno no se reduce únicamente al capitalismo en un sentido estrictamente económico, sino como una relación social que tiene vínculos con el colonialismo, con la lucha de clases y con el nacionalismo. Es decir, se trata de una relación social más que humana que está inserta en la trama de la vida.
Creo que esta respuesta se relaciona con uno de los conceptos centrales en su trabajo, la naturaleza barata. Usted argumenta junto con Raj Patel en A History of the World in Seven Cheap Things que el capitalismo no podría haber surgido sin el abaratamiento de la naturaleza, ¿puede explicar qué significa este concepto de naturaleza barata y por qué es tan importante para entender la historia del capitalismo?
Hay dos argumentos centrales aquí, uno es sobre el concepto de abaratamiento y el otro es sobre la naturaleza. El abaratamiento es una estrategia radical de devaluación de los seres humanos y del resto de la naturaleza con el fin de convertir toda la red de la vida en una oportunidad de lucro. Entonces, el abaratamiento no se trata solo de reducir el precio para el 1%, sino de no reducirlo para todos. Por otro lado, también consiste en la devaluación cultural, ética y política de la vida, del trabajo de los humanos y de la naturaleza. De esta manera, cuando mencioné antes que uno de los primeros actos sobre los que pivota toda gran potencia colonial cuando llega a una nueva tierra es declarar a la población salvaje, esto quiere decir igualmente que se declara a esa población como parte de la naturaleza con el fin de no asignar nada parecido a un precio razonable a sus actividades, ya que esas poblaciones deben ser devaluadas para que se produzca la acumulación interminable de capital. Ese es el núcleo de lo que llamamos naturaleza barata.
Ahora, si analizamos esto a partir de un breve recorrido desde el siglo xv, la historia del poder capitalista durante los últimos cinco siglos ha pasado de un proyecto de cristianización apoyado en la conversión de poblaciones no cristianas en proyectos civilizadores, un lenguaje usado hasta el siglo xx, a proyectos desarrollistas que podemos situar al menos a partir del famoso discurso presidencial de Truman en 1949, el llamado discurso de los cuatro puntos en el que declaró que el 80% de la población mundial era subdesarrollada. Es decir, que eran salvajes, incivilizados, y necesitaban obedecer y seguir el ejemplo de los Estados Unidos para desarrollarse.
De esta manera, la estrategia de la naturaleza barata nace en el siglo xv, desde 1492 en adelante, y no ha desaparecido nunca, simplemente se reinventa en cada era sucesiva del desarrollo capitalista. Hoy en día, como las naturalezas baratas siempre dependen de la formación de fronteras, es decir, de fronteras que de alguna manera no han cambiado desde el punto de vista de los imperios capitalistas y de un capital de origen europeo, esas fronteras se han cerrado en gran medida, incluyendo la atmósfera entendida dentro de la idea de bien común. Igualmente, dado que la atmósfera es entendida como un bien común cerrado en el que se acumula la concentración de dióxido de carbono, ahora estamos entrando en un nuevo tipo de discusión sobre la naturaleza, sobre la justicia planetaria y sobre cómo la justicia para todo tipo de vida en el planeta es fundamental para la política de la crisis climática.
Mi siguiente pregunta está relacionada con esa fecha de 1492 como momento que organiza formas nuevas de racialización entre grupos humanos. Mi pregunta relacionada con este problema es, ¿cómo es posible que en esa trama de la vida en la que los seres humanos son todos parte integrante de la misma naturaleza, no todos los grupos se ven igualmente afectados por la forma específica de organizar la naturaleza desarrollada en el capitaloceno?
Creo que lo primero que podemos reconocer es que para la mayoría de los humanos, incluso después de 1492 y durante varios siglos, la idea de que había un dominio de la vida llamado naturaleza y otro dominio llamado sociedad era completamente extraño. El surgimiento de esta forma de poder es mucho más que solo una forma de ver el mundo; se trata también de una forma de organizar la vida y la producción. Esta forma de organizar la naturaleza es particularmente importante en lo que identificamos en A History of the World in Seven Cheap Things como la gran trinidad del capitalismo temprano, la cual consistió en fusionar la esclavitud, la financiarización y la guerra. Este proceso comenzó a tomar forma inicialmente a partir de los elementos mismos de la conquista de las Islas Canarias y la invasión de América, y fue importante porque fusionó la esclavitud y la racialización del trabajo con un cambio ambiental rápido y radical que va paralelamente asociado al genocidio y la acumulación del capital.
Esto nos da una forma poderosa de entender cómo los orígenes del capitalismo del siglo xxi están vinculados entre sí, pero solo cuando podamos comprender que la acumulación interminable de capital y el genocidio periódico de decenas de millones de personas son elementos de una misma pieza que forman una unidad dialéctica. A partir de aquí podemos entender el desarrollo histórico del capitalismo como un sistema de resolución de crisis.
Ahora, este último punto es importante, ya que, aunque mucha gente prefiere pensar que el capitalismo puede resolver el problema climático de muchas maneras, lo que se ignora es que la forma en la que el capitalismo soluciona sus problemas ha sido siempre trasladarse a lugares que declara fronteras para aprovechar la mano de obra barata de la manera más barata posible. La energía, la tierra, los alimentos, las materias primas y demás formas de abaratamiento hacen posible reactivar y expandir la economía y el capitalismo entendido como forma de organizar la naturaleza.
Me gustaría, para terminar, pasar a nuestro momento histórico actual. Creo que entre las múltiples lecciones que podemos extraer de este año 2020 están el haber comprobado la fragilidad del capitalismo económico como modelo. Mis dos preguntas respecto a este contexto son, ¿cree que con la crisis actual podemos entrar en un momento diferente que transformará la forma en que la trama de la vida funciona a través del capital? Siguiendo esta cuestión, mi última pregunta es, ¿piensa que hay hoy razones o elementos para tener esperanza?
Hay muchas razones para tener esperanzas. Una de ellas viene de la larga historia de cambios climáticos en el Holoceno que desestabilizaron la organización existente de las sociedades de clases. Podemos remontarnos al siglo xiv con la llegada de lo que se llama la pequeña Edad de Hielo. Lo que sucedió con el feudalismo en ese período es sumamente interesante, porque se trata de un modelo que floreció durante una era llamada «período cálido medieval» u «óptimo climático medieval». En ese contexto surgen unas condiciones climáticas favorables para la agricultura feudal y la expansión demográfica, pero también para las relaciones de clase. La Pequeña Edad del Hielo no destruyó el feudalismo, pero estableció un momento en el que nuevos desafíos políticos y sociales pudieron surgir. Así que en el siglo xiv lo que vemos no es una crisis malthusiana, sino más bien una era de revueltas populares en Europa que esencialmente pone fin al feudalismo como modelo económico.
Ahora avancemos a la era de 1783 a 1850. Este es el último gran momento de la Pequeña Edad del Hielo, con la revolución francesa, la revolución en Haití y la revuelta de Tupac Amaru en Perú, entre otras. Estas revueltas ocurren en el contexto de la explosión del volcán Laki en 1783, luego reforzado por otros desarrollos climáticos. En resumen, ese momento que normalmente pensamos como la era de la revolución fue un momento de crisis climática y revuelta política y también de inestabilidad. Esto muestra cómo los cambios climáticos significativos son momentos en los que la economía y la política que se practicaban se vuelven imposibles y se abren nuevas formas de revuelta política y contestación que pasan a un primer plano.
Ahora bien, volviendo sobre la fragilidad del capitalismo que has mencionado, creo que lo que estamos viendo es una estratificación de contradicciones, algunas de las cuales no tienen que ver de inmediato con el clima, y otras tienen todo que ver con el clima, pero todas ellas están unidas en torno a problemas financieros, epidemiológicos, alimentarios y agrícolas. Estamos viendo que estos problemas se unen de tal manera que están socavando los fundamentos de la economía capitalista, lo que está incitando a nuevas respuestas autoritarias. Por este motivo, cuando miramos hacia adelante, podríamos ver a la burguesía mundial y los centros imperiales buscar efectos políticos con la crisis económica del capitalismo que podrían conducir no hacia otra era del capitalismo, sino hacia lo que Samir Amin definió, en su trabajo sobre formaciones tributarias, como modos de producción tributarios basados en la extracción política de excedentes, aun habiendo mercados y trabajadores asalariados.