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Gaelx entrevista a Silvia Federici para Nodo50
Charlamos con Silvia Federici, activista, investigadora y autora de "Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria" durante su reciente visita a Madrid, sobre temas como la caza de brujas, la privatización actual y los cercamientos de tierras modernos, los bienes comunales y el control sobre los cuerpos de las mujeres.
Una tesis incómoda: la caza de brujas no se trata de un vestigio de superstición medieval sino que supone un momento necesario para la acumulación originaria del capital.
“Creo que ha habido un fuerte empuje para disociar la historia del capitalismo, que siempre se ha presentado como una historia de liberación, emancipación, conquista de derechos, etc. de unos ataques tan horribles sobre la vida de las personas. Desde el inicio del siglo XIX se extiende la teoría de que, principalmente, la caza de brujas tiene que ver con la Iglesia, con la superstición medieval, aunque no existe evidencia histórica. Los pocos estudios que hay muestran que la caza de brujas se produce intensa y ampliamente en el siglo XVI, en un momento en el que las relaciones feudales estaban totalmente disueltas."
"Incluso hoy en día no se ha producido ese reconocimiento. Ha sido el movimiento de mujeres el que ha resaltado el continuo entre, por ejemplo, la caza de brujas y las prácticas esclavistas. El inicio de la esclavitud, la colonización, pertenecen al mismo contexto político, al mismo momento histórico. Y también a la fundación de la sociedad capitalista moderna. Pero no se ha asimilado. (…) [Cuando se trata esta parte de la historia en las escuelas] no pueden evitar explicar que el inicio de la sociedad moderna tiene mucho que ver con la colonización, con la conquista de América, pero se sigue eliminado la caza de brujas; no se admite que mujeres quemadas en la hoguera tengan nada que ver con el inicio del capitalismo.”
Una versión bastante extendida, al menos en la cultura popular, explica parcialmente el hecho de que entre el siglo XV y el XVIII se asesinase en Europa a entre 200 y 500.000 personas acusadas de brujería, cerca de un 80% de ellas mujeres [1], basándose en el uso de drogas alucinatorias, según aparece recogido en muchas de las confesiones. Pero como Federici nos recuerda, “realmente no sabemos lo que hicieron estas mujeres porque las confesiones eran realizadas bajo tortura. Así que esta interpretación no se basa en ninguna evidencia firme, es puramente especulativa.”
Entonces, ¿cómo podemos entender esta alucinación colectiva en la que toda una sociedad actuó durante varios siglos como si realmente existiera la brujería?
“Hay otras interpretación posibles, que yo prefiero porque tienen mucho más sentido teniendo en cuenta el contexto. Por ejemplo, la acusación de que estas mujeres volaban a encuentros secretos tiene mucho que ver con, para empezar, el miedo a estas reuniones, el miedo a las asambleas campesinas, de gente reunida, conspirando, que tenían lugar de noche porque cualquier cosa no legal tenía lugar bajo el manto de la oscuridad. La cuestión de volar también se relaciona con el fuerte ataque que tiene lugar en estos momentos contra la movilidad de las personas.” Recodemos que en estas fechas se producen de forma masiva en buena parte de Europa cercamientos (enclosure o, en un lenguaje actual, privatizaciones) de tierras, de las que se expulsa a grandes masas de población que se ven obligadas a vagar en busca de un salario y a las que se trataba de controlar fijándolas a un territorio. “Estoy muy inclinada a ver el horror que provocaba la idea de las mujeres volando por los aires, moviéndose a grandes distancias, como un ejemplo, un continuo de estos ataques sobre la movilidad.”
La globalización de la caza de brujas: América Latina en el siglo XVI, África en el XX
“Alguien ha señalado también -y resulta un detalle interesante a tener en cuenta- que las imágenes de las mujeres cubriéndose de ungüentos que nos ha llegado del siglo XVI podrían estar inspiradas en imágenes similares que se estaban representando de gente de las colonias americanas (“brujas”, médicos y chamanes de México y la región andina). Hacia mediados y finales del siglo XVI hay un cierto intercambio de imágenes y conceptos entre el proceso de colonización y la caza de brujas en Europa.” Es decir, las prácticas y discursos propios de la caza de brujas en Europa se exporta y aplica en los procesos de colonización de América en un “ir y venir discontinuo que configura y da forma a la caza de brujas en un nivel internacional” ya que esas “mismas técnicas de persecución y tortura se aplican en América y después se traen de vuelta a Europa.”
Las torturas y asesinatos de personas, principalmente mujeres y, entre estas, mayores bajo la acusación de brujería reaparece “a finales de los 80, durante los 90 y hasta la actualidad en varios países de África, en India, Nepal; ha habido casos de brujas quemadas en Papúa Nueva Guinea, incluso en Timor Oriental recientemente. Y estamos hablando de miles de mujeres en África, al menos veinte mil se han calculado, y también algunos varones, principalmente hombres mayores y niños.” “Sí, es algo que nunca hubiese esperado encontrarme.”
Como explica Federici, “esta situación ha ido de la mano de la globalización, de los ajustes estructurales, con los procesos de privatización de tierras y expulsión de la gente de ellas para su comercialización. Las mujeres han sido expulsadas de las tierras comunales y las tierras se reducen porque las compañías mineras, de agrocombustible, de negocios agrícolas llegan a acuerdos con los jefes locales y los gobiernos. Así que el sistema de tierras comunes, que prevalecía todavía en África, se está destruyendo. Una manera de resistir esto es que muchas comunidades de hombres están expulsando a las mujeres de la tierra. Así que este es el contexto, un contexto de privatización, expropiación y desplazamientos en el que tiene lugar esta caza de brujas. Que es un contexto muy similar al del siglo XVI y XVII.”
Los microcéditos como ejemplo de ofensiva neoliberal en África
Otro tema que preocupa a esta activista y sobre el que está investigando en la actualidad es “el ataque que organizaciones como el Banco Mundial y otras organizaciones internacionales que representan al capital internacional están llevando a cabo contra cualquier forma de economía de subsistencia, que es un tipo de actividad que llevan a cabo principalmente mujeres, ya sea agricultura de subsistencia o comercio de subsistencia. (...) Existe un ataque ideológico y económico contra esto que devalúa y presenta esta actividad como la causa de la pobreza. Y voy a poner un ejemplo: el Banco Mundial ha llevado a cabo una campaña para mostrar que la agricultura de subsistencia es causante de la pobreza.” En un contexto en el que cada vez menos gente tiene acceso al trabajo asalariado, “la agricultura y el comercio de subsistencia significan la diferencia entre la vida y la muerte para centenares de miles de millones de personas.” Pero, en la lógica capitalista, “la tierra sólo es buena si sirve para ir al banco, pedir dinero, comprar bienes y con eso empiezas un negocio. Es una manera de comercializar con las relaciones sociales y situar bajo el control de los bancos y de las relaciones monetarias un montón de actividades que escapaban al capitalismo y servían de base para la autonomía de mucha gente; representan una manera de ser capaz de sobrevivir.”
En este sentido, Federici critica las políticas neoliberales ocultas en la práctica de los alabados microcréditos y disfrazadas de discurso sobre el empodramiento de las mujeres. “En realidad, en lugar de aliviar la pobreza, lo que la microfinanciación ha hecho es llevar toda esa esfera de actividades que tenía lugar al margen del mercado dentro del mismo y bajo el control de los bancos. De hecho, tras años de microfinanciación, tenemos un registro muy negativo, en el que muchas mujeres se ven cargadas de deudas que no pueden pagar. (…) Los préstamos se otorgan a grupos de mujeres -vecinas, amigas- que están creados previamente como un sistema de apoyo mutuo. Así que cuando les dan un préstamo al grupo, cada una de las mujeres es responsable. Si tú no pagas, yo te voy a perseguir, voy a ser la que te vigile y persiga. Así, has pasado de ser parte de mi grupo de apoyo a mi policía. Incluso se ha mostrado en muchas casos como esta es la causa del incremento de violencia entre mujeres porque cuando una no paga el resto van a ir a su casa, a criticarla e, incluso, a darle una paliza. Así que ha habido un incremento de la violencia, incluso de la violencia entre mujeres, como resultado de los microcréditos. (…) Veo esta caza de brujas como parte de este proceso más amplio de nuevos cercamientos. Supone la privatización de tierras y de relaciones sociales y afecta principalmente a mujeres porque se dirige directamente contra las formas de reproducción de subsistencia que no se orientaban hacia el mercado.”
La cuestión de los comunes se encuentra en el centro del debate actual porque representan una forma de poder ajena a las relaciones capitalistas
Silvia Federici empezó a interesarse por la cuestión de los comunes “realizando el trabajo de investigación para el libro, cuando me di cuenta de que la caza de brujas y el nacimiento del capitalismo eran una respuesta a la lucha que la gente había llevado a cabo en la Edad Media para emanciparse del poder de los señores feudales y, a la vez, en esa época, la gente tenía ciertas bases de poder porque tenían acceso a la tierra y la gestionaban de modo comunitario, lo que les permitía organizarse de una forma que desaparece con el inicio del trabajo asalariado. Si no tienes acceso a un salario, no tienes nada de lo que vivir. Pero en las villas feudales, siempre tenías algún tipo de acceso a los medios de reproducción. Entonces me empecé a dar cuenta de lo que suponían los comunes. Los bienes comunes no significaban únicamente un medio de subsistencia, de paliar la desigualdad, sino también todo un sistema de organizar las relaciones sociales; eran las bases para un tipo de vida democrática en el que la gente tomaba decisiones conjuntamente, mediante asambleas campesinas en donde la circulación de conocimiento se producía de forma colectiva. A su manera, los comunes son un cierto tipo de poder y es ahí cuando me di cuenta de que el capitalismo necesitaba acabar con ellos; no sólo apartar a la gente de la tierra sino destruir este tipo de relación comunal que implica que muchas formas de trabajo se realizaban colectivamente, incluyendo a las mujeres. La gente decidía conjuntamente cuándo sembrar, cuándo cosechar de forma colectiva. Y esto generaba unos lazos muy profundos lo que explica también que las luchas fuesen tan intensas y prolongadas.”
Un salto aquí y ahora: ¿Exigir derechos al Estado o autogestionar nuestras vidas en grupos de afinidad?
Para Federici, también en su contexto estadounidense se trata de una de las cuestiones que se encuentra ahora mismo en el centro del debate y que no puede responderse de forma general y unívoca. Se da la paradoja de que “al realizar demandas al Estado, lo estás legitimando y reconociendo como interlocutor válido” y, además, la prestación de “servicios o programas por parte del Estado implica un mayor control y no queremos que este organice nuestra vida. Nuestro poder es algo que tenemos que construir no desde abajo sino desde la base (not from below but from the ground). Claramente, cualquier poder que podamos tener va a ser el que construyamos, no el que nos otorgue el Estado.” Pero “de toda la riqueza producida por la gente, la mayoría está en manos del Estado. Así que, en cierto sentido, la cuestión es cómo reclamar esa riqueza sin darle al Estado el poder de organizar nuestra vida o validar su figura como protector y fuente de cohesión y bienestar social.” Insiste en que se trata de una cuestión fundamental que “solo puede responderse dependiendo del contexto específico. Hay que atender a cómo determinadas formas de lucha y de organización cambian las relaciones de poder, desequilibran el balance de fuerzas; si otorgan más cotas de poder al Estado sobre nuestras vidas o posibilitan que ampliemos nuestra autonomía para reclamar parte de nuestra riqueza.”