Ignacio Abella pasó su temprana infancia en los viejos hayedos de Urbasa, donde aprendió a caminar con asombro. Enfermo mortal de ab urrimiento, abandonó los estudios ortodoxos para vivir intensamente en las montañas. Desde entonces recorre y se asienta temporalmente en diversas y casi siempre apartadas regiones del País Vasco y Asturias, entregándose al estudio y vivencia de la naturaleza y al mundo rural en el que se halla plenamente integrado. En ese sentido recoge y aplica tradiciones artesanales, agrícolas y forestales, realizando una labor de investigación creativa en la plantación, el mantenimiento y los cuidados de árboles, huertos y jardines, así como en el trabajo artesanal de la madera, la cerámica y otros materiales. Es también autor de La magia de las plantas, El hombre y la madera y La memoria del bosque, publicados en Integral.