Desde hace milenios, nuestra civilización cumple con el mandato del Génesis: “Llenad la Tierra y sometedla”. Ahora sabemos que las consecuencias de ese modelo de crecimiento y extracción sin límites, además de causar daño a los otros seres con quienes compartimos el planeta, está a punto de dar al traste con nuestra propia civilización. Hace ya décadas que la ciencia viene advirtiendo de ese peligro, hoy ya extremo, y de la necesidad de un cambio de rumbo. En nuestro país, Jorge Riechmann (Madrid, 1962) es una de las voces que más lúcidamente ha pensado sobre esta crisis ecosocial y cómo afrontarla. En éste que tan certeramente ha bautizado como el Siglo de la Gran Prueba, “lo ecológicamente necesario, y técnicamente viable, es cultural y políticamente imposible”. Por eso resulta imprescindible un programa de una ambición pareja a la gravedad de la situación, es decir: realizar un giro ontológico, asumir una nueva ética y construir una nueva cosmovisión. Nociones como autolimitación e interconexión (entre “los diez mil seres”, podríamos decir apelando a la tradición china) serían sus piedras angulares. Necesitamos una nueva cultura en la que sea de sentido común hacer –y sobre todo dejar de hacer– cosas que hoy nos parecen impensables. Una cultura que estará basada no en la dominación sino en la simbiosis con la naturaleza. Geo-centrismo o Gaia-centrismo, podríamos decir, entendiendo que la teoría Gaia tiene hoy ya la suficiente solidez científica para apoyar lo que en el pasado fueron más bien intuiciones sapienciales sobre la Madre Tierra.
Este Informe que hoy presentamos está redactado con la forma de escritura que Riechmann ha convertido en estilo: un taraceado de capítulos breves, escritos con la cercanía de quien se dirige a lectoras y lectores conocidos, salpicados de infinidad de citas científicas y literarias. Un libro que contiene, como todos los suyos, una biblioteca. Y desde el que se vislumbra un mundo nuevo, posible para quienes sean capaces de soñarlo.
La presentación consistirá en una conversación del autor con José Luis Gallero y José María Parreño, prolongación de la que en edición impresa sirve como prólogo.
