Nuestras percepciones sobre el envejecimiento y la oportunidad de vivir vidas más largas no están en consonancia con la realidad. Los marcos de políticas actuales están muy alejados de las realidades económicas actuales. Hay una nueva etapa de la vida que no se tiene en cuenta tanto en el pensamiento como en la planificación de políticas. El concepto de “senior” necesita ser repensado.
Lograr una sociedad longeva requiere cambios sustanciales en el curso de la vida y las normas sociales, e implica una transición epidemiológica hacia un enfoque preventivo centrado en retrasar/minimizar los efectos negativos del envejecimiento. Por tanto, a medida que las poblaciones vivan más, la idea de que las personas mayores deben estar empoderadas para seguir siendo ciudadanos activos, saludables y productivos, será primordial.
Es hora de reemplazar el paradigma de vida “lineal” por uno nuevo “cíclico” que considera la madurez como un tiempo de reinvención personal, de florecimiento tardío y/o de nuevos comienzos. Es necesario que los empleadores proporcionen más trabajo flexible, trabajo compartido, jubilación gradual y años sabáticos para que los trabajadores más longevos tengan más equilibrio en sus vidas. Un enfoque más flexible nos permitiría extender nuestra vida laboral, hacer una transición gradual y jubilarnos por completo a una edad más avanzada. También es necesario que los líderes políticos, sociales y comunitarios comiencen a crear una visión convincente para esos años adicionales, admitiendo que la mayoría de las veces, lo que es bueno para los mayores también es bueno para los jóvenes.
Estamos en un punto de inflexión, en la intersección de un cambio demográfico fundamental y la búsqueda de un nuevo modelo. Si nos unimos y hacemos lo que se necesita, enriqueceremos las vidas que envejecen, fortaleceremos a las familias, los negocios y las comunidades y aseguraremos un futuro mejor, no solo para las personas mayores, sino también para las personas de todas las edades en todos los ámbitos de la sociedad.