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Algunas de estas cosas son ciertas es como una bolsa de golosinas. Cada relato es un caramelo que seduce y encandila, porque su centro está hecho de deseo: ¿cómo seríamos si hiciéramos aquello que en realidad queremos hacer? Después de probar uno de los cuentos, la lectura ansía el siguiente aunque no todos los sabores sean gratos: el deseo no solo derrama las mieles de los sueños cumplidos, sino también la hiel de las pesadillas.
Los personajes de estos relatos son como peces que se han dado cuenta –o están por saber– que habitan en el agua. La pregunta es si han de permanecer dentro o saltar para sentir el estallido del aire en el cuerpo. Transitando carreteras y aeropuertos, mudándose de casa o de país, mujeres y hombres huyen del fastidio y el tedio. Persiguen por las calles de Monterrey o Barcelona, las versiones de sí mismos que podrían llegar a ser si las cosas no fueran como son: si estuvieran menos aburridos, si no existieran los guiones ni las expectativas. En busca del placer, la fascinación, la mirada de los otros, dirigidos por la pasión, los celos, la envidia o el odio, a través del viaje abren un espacio donde las posibilidades de la libertad existen. ¿Qué pasaría si una mujer decide vengarse de sus agresores?, ¿si una chica responde al coqueteo de un hombre mayor en un aeropuerto, o quiere irse con un desconocido en un pueblo español? ¿Qué sucedería si la identidad se finge?, ¿si un tipo pretende ser un diseñador exitoso en Italia, o una mujer simula trabajar en una oficina de extranjería en España? ¿Cómo sería el renacer de una joven que ha muerto por unos minutos? ¿Se puede resetear una vida en otro país?
En su primer libro, Vicky González ha reunido veinte cuentos fascinantes. Con una amalgama alucinante de humor y tragedia, vincula geografías distantes para decirnos que el deseo es un lugar extraño: es el umbral donde se puede soñar, donde la fantasía es un aliciente para la vida, pero también donde pueden nacer la violencia y el horror.