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El anarchivismo es la pesadilla del orden actual. Los aparatos gubernamentales y la banca internacional, los servicios de inteligencia y las agencias de seguridad, las empresas de software y las compañías transnacionales, los grandes inversores y la ciudadanía dócil, todas ellas, todos ellos, yo mismo, parecemos trazados por el pincel de Goya soñando con la organización político-económica de los registros.
Una de las expresiones más recientes de dicho sueño es expuesta en el año 2013 por Ira Hunt, director de tecnología de la CIA. Refiriéndose al valor de los datos masivos o big data, no solo para controlar a la población sino incluso para predecir sus amenazas, Hunt señala: ?nuestra misión es recolectar todo y quedarnos con ello para siempre?. Pero este sueño archivístico se había convertido ya en pesadilla con la Operation Payback y sus múltiples ataques de DoS (Denial of Service) contra sitios webs de Estados Unidos y Europa, para remecer así la voluntad de los arcontes que buscan coartar la libertad de información y la independencia de Internet. En todo caso, no es posible circunscribir el trastorno desatado por el anarchivismo únicamente a la configuración de nuestros entornos digitales.
Lo cierto es que esta pesadilla recorre la historia occidental desde mucho antes que las tecnologías de archivo buscasen organizar la red informática mundial. Por lo tanto, habría que precisar: el anarchivismo es la pesadilla de todo orden social que se pretenda vigente, en una época y en un lugar determinado.