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Subirse a un tren para no volver a casa en dos meses. Dos meses de tiempo en bruto, de gira, de repetir las mismas canciones y transitar por una misma ciudad llamada Europa. Recorre estas páginas una letanía ininterrumpida que hay que leer casi sin respirar, donde se mezclan voces en lenguas desconocidas, sueños y viejos amigos, a caballo entre Lisboa y San Petersburgo, entre Oslo y Málaga.
Las ciudades son recuerdos que aparecen de improviso y nuevas construcciones erigidas por los mismos imbéciles que abarrotaban los restaurantes con estrellas antes de la crisis, y que amargan un menú degustación. No hay apenas tiempo para visitar museos y nadie con quien comentar los libros, y se repiten las televisiones ininteligibles y las carreteras que avanzan como si llevaran a algún lado.
«¿Comprar zapatos o ir a Pompeya? ¿Cuántas veces hemos tocado aquí? ¿Esos tipos creerán con razón que soy el extranjero de negro, la muerte en persona?» Y, en el escenario, contra los focos, ver sólo la más oscura nada y sentir que la nada aplaude.
Durante la gira de Einstürzende Neubauten de 2008, Blixa Bargeld, escéptico pero enternecido, escribió esta auténtica letanía bufa, retratando sin saberlo a una Europa tan eufórica como aburrida de sí misma que estaba ya entonces a punto de explotar y desaparecer.