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El libro ilustra, con sustento empírico, cómo se expresa en la práctica la relación entre las demandas (por ejemplo, a una vida libre de violencia), el tipo de instrumentos con el que se las pretende satisfacer y finalmente los resultados, o su ausencia, si por tal entendemos la reducción y erradicación de las violencias. Las experiencias concretas abordadas, base de la propuesta de feminismos criminológicos de Martins, ofrecen imágenes prácticas de luchas contras las violencias que no sucumben a las quimeras punitivas, no tanto por puro posicionamiento por principio, sino en la comprensión de las interferencias que tales dispositivos suponen para la emergencia de verdaderas oportunidades de emancipación frente a la concurrencia de dinámicas jerarquizantes y excluyentes.
La autora busca identificar cómo las alianzas feministas han producido nuevas estrategias para resistir la violencia de género sin negociar con dispositivos de castigo. Para ello, los feminismos son tomados como las experiencias políticas de la suma de cuerpos que se materializan desafiando los conjuntos normativos del patriarcado colonial.
Los feminismos se interpretan aquí como prácticas de contrapoder capaces de asumir nuevas formas de vida en este mundo. Los feminismos criminológicos, por tanto, se plantean como un gesto político-teórico que elabora prácticas que se niegan a adherirse, de cualquier forma, a mecanismos letales de gobierno como el poder punitivo. La autora aporta herramientas para pensar el abolicionismo penal no como utopía, sino como una persistencia radical en las estrategias feministas transnacionales ya en marcha.