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A partir de una reelaboración de la biopolítica de Michel Foucault, Giorgio Agamben desarrolla una crítica de la máquina política de Occidente, que ha ejercido su poder escindiendo la vida en dos: una mitad dotada de sentido y legitimidad, y otra desnuda e impolítica. Es la distinción entre pueblo y multitud, ario y judío, ciudadano y mena, esposa y puta, emprendedor y procrastinador. El fundamento de la política descansa en esta lógica de la excepción, que tiene como resultado la vulnerabilidad de la existencia contemporánea y la constante exigencia de hacer algo con nuestras vidas para que tengan valor. Agamben cuestiona estos esquemas para vindicar una vida que no deba someterse a ninguna realización ni a ningún trabajo para reconocerse como legítima. Así, elabora una ciencia crítica de todos los dispositivos que vuelven la vida rentable, productiva y gobernable, con el propósito de hacer de su destitución la tarea más urgente de la política de nuestros días. Se trata, para Agamben, de imaginar una política de la inoperancia, de pensar la vida en su absoluta inmanencia, una vida infra-ordinaria, la vida perezosa.