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Las Madres de Plaza de Mayo viven en la memoria de sus hijos, en sus sueños, preguntan con insistencia acerca no de un enigma, sino de circunstancias concretas, actos perversos y asesinos del Poder, que involucran a los militares, los políticos, los burócratas sindicales, los empresarios, sacerdotes, en suma, a todos aquellos que pertenecen al espectro que sigue los mandatos del poder establecido. (...) ¿ilusas, utópicas, las que ponen el cuerpo en la Plaza de Mayor y son pisoteadas por las caballerías de la policía, las que montan una calesita para los pibes, las que se aguanta el llanto cuando recuerdan, las que están allí y avanzan, con memoria, con su belleza de mujeres, con el alivio del rumor de la multitud? ¿Qué piensa esa mujer cuando llegar la noche y todo se vuelve un paréntesis? ¿Piensa en la vida que falta y la que se fue, y cuáles son las tareas que le esperan a la mañana? Inquietas, las Madres marchan cada jueves, se reúnen todos los martes y el tiempo no les alcanza.