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Desafiar los límites es el imperativo de nuestro tiempo. Forzar lo posible, superar los hitos. ?Transgredir? (etimológicamente ?ir más allá?) es emblema de dominio, porque supone un modelo de desarrollo que ignora todo límite natural, geopolítico, ético, antropológico y simbólico, comparando cualquier límite con la idea misma de freno conservador del que es preciso liberarse para abrirse al mercado. La desmesura se ha vuelto precepto. Contra el crecimiento que no respeta límites, Serge Latouche viene elaborando hace años una alternativa basada en el concepto estratégico de límite como sinónimo de contención desde una perspectiva desarrollista. El límite se presenta aquí como un verdadero punto de fuerza. A la arrogancia autodestructiva del universalismo librecambista y a la ubicuidad de sus invariantes culturales ?la reducción a mercancía exportable de regímenes políticos, principios jurídicos, gestos, creencias, imaginarios? Latouche contrapone la eco-compatibilidad, las soberanías circunscriptas, las identidades plurales, los vínculos que crean sociedades. Ponerse límites es el gesto que distingue a la civilización de la barbarie.