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Nada más abrir este cómic, nos encontramos con una Julia -que estrena su treintena en Puerto Rico- estupefacta en medio de la selva junto a un jeep alquilado que acaba de estrellar. Para entender cómo ha llegado hasta ahí, debemos remontarnos varios años atrás, al momento en que decidió dejar el alcohol. Este libro relata ese viaje venturoso hacia la sobriedad, un recorrido plagado de pruebas, trampas y giros, a veces conmovedores o hilarantes: las improbables sesiones de terapia de grupo, las recaídas, una relación desafortunada, varias citas terribles, algunos nuevos amigos y un desalojo sin contemplaciones de su apartamento en Nueva York. Desplegando un grandísimo poder de seducción gracias a su dibujo claro y naif, Wertz se analiza a sí misma sin escrúpulos y con un humor irreverente; y nos habla de ello sin pelos en la lengua, sin sentido del ridículo, para desgranar la historia menos contada, pero la más común: que el camino hacia la recuperación rara vez es una trayectoria lineal y ascendente. Con una honestidad inquebrantable, Wertz retrata el arduo, frustrante y, a pesar de todo, divertidísimo periplo -una epopeya que durará, ni más ni menos, cinco años- de intentarlo, fracasar e intentarlo de nuevo.