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Con el apelativo Nefando se denominaban aquellos actos que no podían ser nombrados 'sin causar repugnancia u horror'. Durante la Edad Media, el término se asoció indisolublemente al acto de la sodomía, como práctica polisémica y variada tipológicamente, en la que el público lector contemporáneo encontrará una ruptura de su propia definición de este término. Lo 'nefando' escapó de la mera descripción de prácticas sexuales concretas para impregnar comportamientos, formas de entender el cuerpo y el constructo del género en sí mismo. Tan nefando era el acto sexual entre dos varones o dos mujeres, como las prácticas sexuales entre hombre y mujer no encaminadas a la procreación. Pero, además, nefandos fueron también los comportamientos y ademanes de los hombres afeminados, los conatos transformistas de las mujeres que usaron 'traje masculino' o la comprensión de ciertas corporalidades 'hermafroditas' que rompían con la idea binaria del cuerpo.