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Si hay una predicción sobre el presente que parece no haberse cumplido es aquella que vaticinaba que el avance de la razón técnica traería aparejado un creciente desencantamiento del mundo. Según esta hipótesis, tan arraigada durante el siglo XX, el mito y la magia desaparecerían a medida que el pensamiento tecnocrático arrojara luz sobre las supersticiones premodernas. Y, sin embargo, hoy nos encontramos frente a un panorama muy distinto, en el que antiguas creencias espirituales tales como la trascendencia del cuerpo o el animismo parecieran estar cada vez más vigentes gracias al acelerado desarrollo de Internet y del paradigma digital.
En "TecGnosis", un clásico de la cibercultura publicado a fines de los noventa, Erik Davis da forma a un exhaustivo mapa conceptual para navegar en las profundas aguas del tecnomisticismo. Nacido en San Francisco, cuna tanto de la contracultura psicodélica como de Silicon Valley, este autor poco ortodoxo logra trazar sorprendentes conexiones entre temas tan diversos como la electricidad y la alquimia, la realidad virtual y los planos astrales, los juegos en línea y la trasmutación de las almas, los lenguajes de programación y la cábala o la escritura de los ángeles. Nada está vedado en este compendio de saberes para el nuevo milenio: la investigación con LSD, la historia de la cibernética, los alienígenas ancestrales, los tanques de aislamiento sensorial, las comunidades hackers, las sectas, los virus informáticos, el ciberpunk, el posthumanismo, las raves o las enseñanzas de Hermes Trismegisto. "TecGnosis" recorre de manera promiscua las fronteras disciplinarias que por lo general parcelan el pensamiento, para develar los impulsos esotéricos inconscientes que alimentan los sueños y pesadillas de nuestro tiempo.