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Israel existe porque existe el pueblo judío. Y el pueblo judío existe porque existe el Libro. Sobre este razonamiento simple se engarza la historia. La sociedad israelí aún no ha decidido si su país es el resultado de una promesa divina o de una votación ajustadísima en la ONU, si prefiere decantarse hacia el laicismo indiferente de Tel Aviv o hacia el fervor religioso de Jerusalén. Un conflicto existencial que ha devastado a los palestinos y mantiene en permanente inestabilidad la región más delicada del planeta. La Biblia creó hace más de dos milenios al pueblo judío y, en último término, condujo a la creación hace casi ocho décadas del Estado de Israel, fundado para que fuera el hogar nacional de los judíos, hasta entonces condenados a la diáspora. Pero en la actualidad todavía hay más judíos fuera que dentro de su Estado, y el moderno Israel funciona como una democracia confesional de origen teocrático gobernada por una cada vez más numerosa mayoría conservadora y observante que impide la solución de otro drama, el de Oriente Próximo.
Alberto Masegosa ha sido, durante más de treinta años, corresponsal de la agencia EFE en distintas partes del mundo. Destinado en París, México, Túnez, Rabat, Johannesburgo, El Cairo, Nueva York y Jerusalén, y enviado especial en conflictos armados como los de Somalia, Sierra Leona, República Democrática del Congo o Irak.