¿Qué será del trabajo en el futuro?

Antonio J. Ramírez Melgarejo
Revista Sociología del trabajo
22/12/2021
TRABAJO

¿Qué será del trabajo en el futuro? ¿sustituirán las máquinas a las personas? Y si esto ocurre ¿qué harán las gentes sin trabajo en una sociedad en la que para sobrevivir dependes de tener un salario?

Estas son algunas de las muchas cuestiones que se pasan por la mente a cualquier persona mínimamente preocupada por el devenir del trabajo y su relación con las máquinas. Podría pensarse que existe cierta tendencia generalizada a dar por ineluctable la sustitución masiva de hombres y mujeres por máquinas en sus puestos de trabajo, si no ¿qué sentido tendría la incesante evolución tecnológica, tanta digitalización y complejización del trabajo? Cada poco tiempo aparece en prensa o en reportajes televisados una nueva invención técnica, un nuevo robot que cada vez parece simular una nueva capacidad o cualidad intrínsecamente humana. Existe toda una industria avanzada trabajando arduamente para producir alta tecnología robótica capaz de sustituir a personas, mientras se descuidan las vidas reales de una gran parte de la población. Todas estas prácticas, mediadas por importantes intereses financieros, van acompañadas de la construcción de un relato que defiende la idea de que el futuro del capitalismo, y quizás la superación de sus contradicciones, pasa por una creciente automatización y desarrollo tecnológico. Desde la sociología tenemos la obligación de abordar estas cuestiones desde una perspectiva científica crítica, asentando nuestras argumentaciones en datos contrastables capaces de desarmar estos discursos para comprenderlos. Y es ahí, precisamente, en el análisis crítico cuando aparecen las debilidades de un supuesto futuro automatizado e impersonal. Este libro que aquí presentamos es una importante contribución en este sentido.

La cuestión de la relación entre trabajo y maquinaria es una vieja preocupación sociológica. Ya Karl Marx en “los grundrisse”, obra temprana y preclara, escribió que “la actividad del obrero, reducida a mera abstracción de la actividad, está determinada y regulada en todos los aspectos por el movimiento de la maquinaria, y no a la inversa [porque] la inserción del proceso laboral como mero momento del proceso de valorización del capital es puesta también desde el punto de vista material, por la transformación del medio de trabajo en maquinaria y del trabajo vivo en mero accesorio vivo de esa maquinaria” (Marx, 2007: 219). La maquinaria es producto de la acumulación de ciencia social que va produciendo su propio camino, presentándose como algo ajeno y externo al obrero que “se presenta como superfluo en la medida en que su acción no está condicionada por la necesidad [del capital]” (Marx, 2007:221). Marx, ya se preocupaba por la subsunción de la fuerza del trabajo a la tecnología y la máquina.

Un proceso que se ha ido complejizando y que aborda Aaron Benanav desde una perspectiva novedosa e interesante. Su libro está dividido en seis partes bien explicadas y engarzadas con sentido. En un primer momento, el autor desmenuza las principales aportaciones de los discursos acerca de la automatización. El autor utiliza datos y jerga económica para explicar y fundamentar sus razonamientos teóricos, en la que desarrolla una interesante revisión bibliográfica de las argumentaciones centrales. Destaca que la automatización se distingue de otras formas de innovación tecnológica en que producen ahorro de fuerza de trabajo al sustituir por completo al trabajo humano. En este sentido, describe a estos teóricos como “utópicos del capitalismo tardío”, puesto que, nos dirá Benanav, la sustitución total del trabajo humano no es ni posible ni deseable, ni siquiera económicamente rentable para una clase empresarial que tiene a su disposición un creciente ejército de reserva vulnerable.

Para los teóricos de la automatización los trabajadores ya están siendo desplazados por máquinas cada vez más avanzadas, provocando crecientes niveles de “desempleo tecnológico” que dejarían en la cuneta del trabajo asalariado a porciones cada vez más elevadas de trabajadores y trabajadoras, y no únicamente aquellos peor cualificados. En consecuencia, en un futuro próximo, la automatización tendría un doble efecto contradictorio, por un lado, supondría una forma de liberación colectiva de la humanidad de la dura carga del trabajo, pero por el otro sería una catástrofe social en forma de desempleo masivo que solo una renta básica universal podría contener.

Estas disposiciones teóricas que dibujan un mundo cuasi ineludible, cuentan con el indudable atractivo de aparecer ante la sociedad como un futuro inexcusable, como la única opción posible, un discurso auspiciado y dirigido desde multitud de entidades sociales y económicas realmente interesadas en que esto sea así.

Este discurso es denunciado por Benanav en su libro argumentando que su difusión está ocultando el problema real: que hay muy pocos empleos para demasiada gente, esto es, la subdemanda crónica de empleo es la causa y no la consecuencia. No es la automatización la principal causa de la destrucción de empleos, simplemente no se crean los suficientes y no son de calidad. Esto no quiere decir, que Benanav desdeñe la importancia que supone la automatización, si no que la piensa como secundaria, critica que se la considere el único paradigma de una gran transformación social ineludible. En la argumentación razonada y científica que nos ofrece, triangula conceptos como producción, productividad y empleo, afirmando que la tasa de crecimiento de la producción menos la tasa de crecimiento de la productividad del trabajo es igual a la tasas de crecimiento de empleo. Por tanto, si la tasa de productividad crece por encima de la de producción, decrece el empleo, como ha ido sucediendo en las últimas décadas. La explicación que nos ofrece está cargada de datos, gráficos e informes que va desgranado con maestría para apuntalar una a una sus afirmaciones. Desde hace años, las tasas de crecimiento de la productividad del trabajo se están ralentizando, esto se debe a décadas de sobrecapacidad industrial, y cuando el crecimiento se desacelera, las tasas de creación de empleo descienden. Es una crisis de trabajo, no el producto de un cambio tecnológico masivo, Aaron nos dirá que “el capitalismo global está fracasando en proporcionar empleos a mucha gente que los necesita”. La subdemanda de ofertas de empleos, la ralentización del crecimiento mundial, junto al descenso de las tasas de inversión en la economía productiva y la imposible sustitución de las tasas de productividad industrial por la que ofrecen el sector servicios y el turismo, dibujan un escenario futuro de persistente subempleo, inseguridad laboral y creciente desigualdad social, en el que la población se verá forzada a seguir aceptando trabajos precarios y mal pagados, aún a costa de perder poder adquisitivo y/o degradarse las categorías laborales. Un escenario laboral marcado por un creciente ejército de reserva nutrido con excedentes humanos obligados a aceptar cualquier trabajo y a estar en permanente disposición. En este futuro, el desempleo masivo no es causado por la automatización, puesto que “es muy poco probable que los avances tecnológicos impulsados por la búsqueda de beneficios solucionen las tareas pesadas de los humanos [al contrario de lo que defiende el producto de la automatización] especialmente cuando la mano de obra es barata, abundante y fácilmente explotable” (Benanav, 2021:92). En este marco, el discurso de la amenaza del desempleo tecnológico actúa como una forma de chantaje para aceptar subempleos.

Ante este negro panorama de creciente degradación y tensiones por el acceso a recursos escasos, el autor termina el libro dibujando un proyecto alternativo para alcanzar un mundo posescasez de abundancia para la mayoría. Para ello apuesta por romper la relación entre trabajo e ingreso, pero también entre beneficio y renta por medio de la lucha social. Para encaminarse hacia esta nueva configuración, la renta básica no tendría una función de sostenimiento de la capacidad adquisitiva y del modelo de desarrollo actual, sino que debería actuar como un medio de transición hacia un mundo posescasez que “solo podría materializarse bajo el empuje de movimientos sociales que presionen por una reestructuración radical de la vida social” (pg 187).

Quizás la mayor debilidad del texto, sea esta parte final, la propuesta política de transición a ese mundo posescasez, puesto que despacha con ligereza la cuestión central de como desposeer a la clase capitalista del poder de organizar la economía productiva, para terminar dibujando un futuro utópico que más bien parece una declaración de intenciones programáticas que una propuesta realmente alcanzable.

En definitiva, el presente libro es una aportación científica muy sugerente y provocadora. Bien argumentada, un análisis muy actual, punzante, que aporta propuestas analíticas y políticas que merecen ser leídas y discutidas, ofreciendo una nueva posibilidad que trasciende la creencia ciega en el discurso de la inevitabilidad de un futuro robotizado y el mantenimiento de un modelo de desarrollo industrial y acumulación capitalista que da muestras de agotamiento.