LA GUERRA ES LA SALUD DEL ESTADO

Organiza: 
Ediciones El Salmón
Traficantes de Sueños
06/10/2023 - 19:00
Duque de Alba 13
Presentación de libro
Entrada libre

Presentación del libro La guerra es la salud del Estado, de Randolph Bourne, a cargo de Salvador Cobo (traductor y editor) + coloquio con la Asamblea Antimilitarista de Madrid y Desarma Madrid.



En 1918, cuando casi toda la izquierda americana apoyaba la guerra y la participación en ella de su país, un joven radical escribía un lúcido ensayo antibelicista: según él, la guerra revelaba el verdadero rostro del Estado, que se servía de ella para extender su dominio en el extranjero y aplastar toda disidencia interna con leyes de excepción. Allí figura el aforismo que le hizo célebre: La guerra es la salud del Estado.

La denuncia de Bourne resuena más de un siglo después: tras el inicio de la invasión rusa, hemos presenciado atónitos cómo, en un abrir y cerrar de ojos, se fabricaba un consenso a todos los niveles —político, mediático, intelectual— que apenas permitía ni permite fisuras en su cierre de filas con Ucrania; cómo los intelectuales progresistas que durante décadas han criticado el imperialismo yankee en guerras como las de Irak o Afganistán respaldan ahora el envío de armas al gobierno de Kiev.

Sin embargo, este rodillo contra todo disenso en lo que atañe a la guerra en Ucrania resultaría incomprensible sin el triste fenómeno del autoritarismo encarnado por la «ortodoxia covid» que hemos padecido desde marzo de 2020. Fue sobre todo desde ese momento, y hasta hace dos telediarios, cuando la gestión de la crisis sanitaria del coronavirus desencadenó una feroz persecución contra quienes no comulgaron con el relato fijado por gobiernos, instituciones sanitarias, medios de comunicación, fact checkers y grandes empresas. El impulso gregario que, en palabras de Bourne, alienta el Estado con el sostén de los intelectuales para aplacar el menor signo de herejía, encontró en la pandemia su mejor plasmación: esta, y no otra, era la inmunidad de rebaño que perseguían quienes nos gobiernan.

En este coloquio, ahondaremos en las ideas de Bourne y debatiremos acerca de la maquinaria de guerra que, como ha explicado con mucho acierto Giorgio Agamben, pretende instalarnos en un estado de excepción permanente.

Randolph Bourne (1886-1918) nació en Nueva Jersey. Su vida estuvo siempre marcada por su aspecto físico: era jorobado, de 1,50 m de altura —consecuencia de la tuberculosis vertebral que padeció a los cuatro años de edad— y con el rostro deforme —a raíz de un mal uso de los fórceps en el parto—, y de hecho, fruto de esa condición escribió un ensayo considerado pionero en las reflexiones políticas sobre la discapacidad.

Fue un estudiante brillante, y pese a ser admitido en la Universidad de Princeton en 1903, su precaria economía le impidió matricularse, debiendo trabajar durante seis años en los empleos más dispares antes de poder comenzar realmente sus estudios universitarios en la Universidad de Columbia, Nueva York, en 1909. Allí cayó bajo la influencia de John Dewey, filósofo, pedagogo y una de las mayores figuras del liberalismo de izquierdas norteamericano; bajo su tutela, Bourne comenzó a destacar como ensayista, escribiendo para revistas como The Atlantic Monthly o The New Republic. Sin embargo, Bourne no tardó en alejarse del progresismo moderado de su maestro y de los medios donde colaboraba: simpatizaba cada vez más con la causa de los trabajadores, mostrando afinidad con el sindicato revolucionario International Workers of the World, los Wobblies.

El estallido de la guerra en Europa en el verano de 1914 confrontó a Bourne con el grueso de la izquierda norteamericana: la mayoría de los intelectuales «progresistas», con John Dewey a la cabeza, eran partidarios de la entrada de su país en la guerra, pero no así Bourne. Su inflexible postura antibelicista incomodaba sobremanera a sus colegas, que rompieron definitivamente con él cuando, en abril de 1917, Estados Unidos declaró la guerra a Alemania y se unió a la Triple Entente.

Ese año The New Republic y el resto de medios progresistas dejaron de publicar sus artículos, y fue entonces cuando varios jóvenes radicales, que compartían el antibelicismo de Bourne, fundaron una pequeña revista literaria, The Seven Arts, que acogió seis artículos donde Bourne criticaba con arrojo el esfuerzo de guerra norteamericano, así como el entusiasmo belicista de sus viejos amigos progresistas; pero la revista tuvo que cerrar al año de vida debido al riesgo de publicar sus textos. Bourne se vio cada vez más aislado y acosado. Otra revista con la que había colaborado, The Masses, fue clausurada por el gobierno bajo la acusación de poner trabas al reclutamiento militar forzoso.

El 22 de diciembre de 1918, apenas un mes después del final del conflicto bélico, Randolph Bourne murió con 32 años como consecuencia de la epidemia de gripe provocada por la guerra a la que tan implacablemente se había opuesto. En la papelera de su cuarto encontraron el manuscrito de un proyecto de libro con el título «El Estado», que constituía la culminación de sus críticas antibelicistas.

Hasta donde sabemos, esta es la primera vez que se traduce su obra al castellano.

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