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El tipógrafo anarquista Anselmo Lorenzo, como tantos otros de su generación, se formó intelectualmente en las conferencias y debates que se celebraban en el Ateneo de Madrid, llamado por aquel entonces (segunda mitad del siglo XIX) Fomento de las Artes. Formó parte del primer grupo que se reunía periódicamente con Fanelli en las postrimerías del agitado año de 1868, que había visto el destronamiento de Isabel II y el inicio de una revolución más aparente que real.
Con la formación del primer núcleo madrileño de la Internacional comenzaría su intensa vida de militante proletario. Por su carácter tolerante y conciliador se ganó las antipatías tanto de los núcleos más radicales de la organización internacional como de aquellos que se decantaron por las ideas marxistas, hasta el punto de que se vio obligado a abandonar la militancia y emigrar a Francia. Pero estos tropiezos, lejos de desalentarlo, afirmaron aún más su carácter; y tras su reingreso en la Federación de Trabajadores, en 1886, se dedicó en cuerpo y alma a la difusión de las ideas anarquistas. Se vio involucrado en el tristemente célebre Proceso de Montjuïc, pero no sería esta la única vez que sufriría los efectos de la persecución encarnizada del Estado contra el anarquismo. Colaboró estrechamente con el proyecto de Ferrer y Guardia y ayudó a la introducción en nuestro país de las ideas del sindicalismo revolucionario, uno de los factores decisivos del posterior nacimiento de la CNT. Escritor prolífico y excelente divulgador de las ideas anarquistas, nos ha dejado, además de sus numerosos artículos y folletos, unas extraordinarias memorias de su paso por la Internacional. Su muerte en 1914 dejó un profundo vacío entre los militantes anarquistas.