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Si Ballester fuese defensa central no sacaría de rabona la pelota en el minuto 90 sino que la golpearía lo más lejos posible de su portería. Por eso ha titulado «El último libro de fútbol» su último libro de fútbol. Pero no se engañen, por debajo de ese espíritu práctico (resumido es su aforismo autobiográfico: No aporta soluciones, pero tampoco da problemas) late un esteta finísimo, uno de esos que disfruta tanto de tantas cosas que no llegará nunca a ser un cínico. Y así, sus columnas se leen con un cosquilleo de ligereza y felicidad, como quien escucha la charla inspirada de un amigo que enumera anécdotas cotidianas (familia, trabajo, sofá, amigos) entrelazadas con historias de fútbol. Y al revés. Porque hay escritores que convierten el fútbol en una metáfora de la vida, y luego está Ballester, que también sabe convertir su vida en una metáfora del fútbol.
A continuación, os dejamos una hilera de frases magníficas de gente de relumbrón elogiando a Ballester (ninguno de ellos ha sido forzado por la editorial ni ha recibido dinero a cambio) encabezada por una de cosecha propia: «Ballester es una mezcla de Eugenio y Seinfield, pero en vez de subido a un taburete, tumbado en batín en el sofá; en vez de en Nueva York, en Castelló de la Plana».