A propósito del sexto centenario de su muerte, Erich Auerbach señaló que una conmemoración de Dante podría traspasar los ámbitos académicos solo si la cultura que lo celebra logra hacerse de la fuerza y el coraje necesarios para reconocer al destino como último juez. Sin duda Auerbach escribía bajo el influjo de Dante, que hizo del daimon uno de los más hermosos poemas que hemos conocido. Para Dante, una existencia reprochable es aquella que no asume los riesgos que implica la producción de una vida distintiva y singular, sabiendo, de antemano, que la posibilidad de fracasar nunca se detiene en su asedio. Un siglo más tarde, en el séptimo centenario, Carlo Ginzburg nos entrega un pequeño gran libro en el que nos acerca al mundo de Dante a partir de cuatro ensayos que bien podríamos llamar ?lectura microscópica?. Atenta, rigurosa y pormenorizadamente Ginzburg va leyendo determinados pasajes para mostrarnos los hilos con los que el texto dantesco fue tejido, por una parte, en su relación con Boccaccio y Petrarca, con el aristotelismo y la retórica medieval, con Agustín y Tomás; por otra, en su relación con la cultura popular, que se apropió del Dante a su manera. Al hacerlo, reconocemos también el modo de trabajo del propio Ginzburg, pues estos ensayos reúnen dos características que han marcado su trabajo: un modo de leer y un modo de polemizar. Que lo haga en torno al taller de Dante hace de este libro una obra importante de su trayectoria. En cuanto al tiempo en que se publica, que es el de un aniversario, obviamente se trata de un pretexto, pero, como señala Ginzburg en su prefacio, ?todos los pretextos sirven para leer o releer la Comedia?.