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Un día el Imperio decidió que los bárbaros eran una amenaza a su integridad. Primero llegaron al pueblo fronterizo policías, que detuvieron sobre todo a quienes no eran bárbaros pero sí diferentes. Torturaron y asesinaron. Después llegaron los militares. Muchos. Preparados para realizar heroicas campañas militares. El viejo magistrado del lugar trató de hacerles ver con sensatez que los bárbaros habían estado desde siempre allí y nunca habían sido un peligro, que eran nómadas y no se les podría vencer en batallas campales, que las opiniones que tenían sobre ellos eran absurdas... Vano intento. El magistrado solo logró la prisión y el pueblo, que había aclamado a los militares cuando llegaron, su ruina.