Una voluntaria de Can Gazà me ha hecho llegar el inmenso regalo de dejarme leer las memorias manuscritas de su madre, condenada a muerte -a los 21 años- por el régimen franquista. Esta valeinte mujer pasó 10 años en la prisión desde que fue condenada hasta que fue indultada.
Puedo aseguraros que las memorias que excribe desde Londres, una vez en libertad, son las páginas que más dentro de mis sentimientos de ternura han penetrado. Desnudas de toda parafernalia, sencillas y llanas, las palabras de está mártir anónima son una daga que se clava hasta el fondo del alma.
La gran lección que he sacado de esta escalofriante lectura es que no basta recobrar la memoria histórica. Es preciso resucitar, además, la sensibilidad ante los hechos históricos. Un pueblo sin memoria es un pueblo muerto, pero sin sensibilidad, puede continuar siendo un pueblo criminal.
Jaume Santandreu
Diario baleares
