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Charley Moon es un muchacho dulce, despreocupado y bromista. Vive con su padre en un viejo molino que se cae a pedazos en los humedales de Little Summerford, una aldea situada en un remoto recodo del Támesis, en la campiña inglesa. Generación tras generación, los Moon se han ocupado del molino, que, sin duda, ha vivido tiempos mejores: en los primeros años del siglo XX la agricultura inglesa está pasando por una mala racha y muchos negocios agrícolas están al borde de la ruina. Charley, que sufre el peso de sus raíces, siente poco apego por las vicisitudes de la granja y mucho por el paisaje: su ocupación favorita es perderse en los prados y hacer expediciones por las acequias con su amiga Rose. Para ambos, la vega del viejo molino es un paraíso encantado en el que pescar truchas o seguir el vívido destello de un martín pescador volando a ras del agua del arroyo.
Andando el tiempo, Charley se alista en el Ejército e integra el grupo de soldados que prepara la función de Navidad: ese contacto con la escena le abre una puerta inesperada al mundo de la actuación. Charley, con su natural gracia y su don para la música, posee una habilidad única para provocar al mismo tiempo risas y lágrimas en los espectadores. Un buen día, un empresario de teatro descubre su talento y lo catapulta al éxito en las tablas del West End londinense.
Años después, su gloria se desvanece sin que nadie sepa ni cómo ni cuándo. Por suerte, Charley es uno de esos tipos que saben que lo mejor siempre surge cuando uno se aproxima a la vida sin ningún proyecto ni deseo determinados, sólo para ver qué pasa, una alegría de vivir que hace que surja del mundo algo de futuro. Muchos en Little Summerford se preguntan qué habrá sido de aquel chico expansivo y risueño, y si algún día volverá para retomar las cosas donde las dejó.