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Ronson es sin duda uno de los tebeos del año. Tanto por su calidad gráfica como por la altura de su guion, los recursos narrativos y la exquisita sensibilidad con la que César Sebastián aborda este trabajo. Una barbaridad. RONSON transcurre varias décadas atrás, y a ojos de nuestras constreñidas mentes actuales, lo de barbaridad, puede superar lo estético y formal para acercarse a lo moral. Un tebeo de infancia basado en hechos de realidad verosímil. Realidad de pueblo, que puntúa doble que la urbana. Además, de pueblo de hace sesenta años, que es como hablar de otra galaxia en términos de usos y costumbres, digamos, más recias. Tebeo neorrealista con aire documental, con esos ritmos, esas composiciones y esos personajes que evocan de algún modo trabajos de Visconti o Rossellini. Sin necesidad de moralejas, finales felices o cualquier otra esclavitud argumental. Un tebeo iniciático entre sensible y descarnado que nos recuerda de dónde venimos. De la misa obligatoria, la pedrada al perro y la bofetada al niño sin preguntar. Pero también de la silla a la fresca, de jugar en la calle, bañarse en el río y las av