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En la Europa de una larga posguerra, asolada por el hambre, el miedo y la desesperanza, la apelación al espíritu resultó un argumento poderoso para trasmitir confianza y enaltecer las acciones que impidiesen dejarse llevar compulsivamente por una espiral de ira y destrucción. Las actuaciones eclesiales en favor de las personas refugiadas y emigradas tuvieron inicialmente como objetivo salvar sus almas de los peligros que las achechaban lejos de su comunidad de origen. Salvarlas «para Dios» era la primera y fundamental misión, pero tal meta resultaba difícilmente alcanzable si no se atendía a sus necesidades materiales. La asistencia social se convirtió así en instrumento imprescindible para el éxito, pero también en foco de conflicto con la jerarquía y con algunos gobiernos como el español cuando en la larga década de los sesenta arreciaron nuevos vientos eclesiales. Los nueve capítulos de este libro centran su atención en el socorro ofrecido a las poblaciones desplazadas en Bélgica, España, Francia, Italia o Suiza, abriendo líneas de investigación en las que merecerá la pena seguir profundizando.
