La soberanía de la que hablo tiene poca cosa que ver con la de los Estados, la definida por el derecho internacional. Hablo en general de un aspecto opuesto, en la vida humana, al aspecto servil o subordinado.
En otro tiempo, la soberanía perteneció a aquellos que, con los nombres de jefe, de faraón, de rey, de rey de reyes, desempeñaron un papel de primer orden en la formación del ser con el que nos identificamos, del ser humano actual. Pero perteneció igualmente a las diversas divinidades, una de cuyas formas es el dios supremo, así como a los sacerdotes que las sirvieron y las encarnaron, que a veces formaron una unidad con los reyes; la soberanía perteneció, finalmente, a toda una jerarquía feudal o sacerdotal que sólo presentó con aquellos que ocuparon su cima una diferencia de grado. Pero también: pertenece esencialmente a todos los hombres que poseen y nunca han perdido del todo el valor atribuido a los dioses y a los «dignatarios». Hablaré ampliamente de estos últimos porque exponen este valor con una ostentación que a veces va de la mano de una profunda indignidad. También mostraré que al exponerlo lo alteran.
Nunca tendré en mente, aunque lo parezca, sino la soberanía aparentemente perdida de la que el mendigo, a veces, puede estar tan cerca como el gran señor, pero a la que, en principio, el más ajeno es deliberadamente el burgués. A veces, el burgués dispone de recursos que le permitirían gozar soberanamente de las posibilidades de este mundo, pero en su naturaleza está entonces el gozar de ellos de una forma solapada, a la que se esfuerza por darle la apariencia de la utilidad servil.
SOBERANIA (EDICION DE THADEE KLOSSOWSKI)
AUTOR/A
BATAILLE, GEORGES
Georges Bataille nació en Billon, Francia, en 1897 y falleció en Malmaison en 1962. Hombre a quien gustaba trabajar en la sombra, pasó a ser sin embargo uno de los pensadores europeos más innovadores e importantes de entreguerras. Fundó diversas revistas, entre las cuales dos que hicieron historia: Documents y Critique. Escribió ensayos como La littérature et le mal, El erotismo (Marginales 61), L?expérience intérieure y La part maudite y, en el terreno de la narración erótica, textos extraordinarios, como Historia del ojo, Mi madre seguido de El muerto, Madame Edwarda y El azul del cielo (La sonrisa vertical 10, 19, 25 y 44). Para él, toda creación es un proceso mediante el cual el hombre se supera transgrediendo todos los tabúes, en particular los relacionados con el erotismo y la muerte.<BR><BR>Editorial Tusquets