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MaiMés Cultura Antifeixista ha tenido la feliz idea de recuperar el texto ?Tal como lo vi. La colectividad de campesinos de Cerdanyola ? Ripollet. 1936-1939', de José García Sánchez ?Carreta?, escrito y autoeditado el año 1981 y fuera de circulación. Fieles al espíritu del libro, MaiMés Cultura Antifeixista puso en marcha un proceso colectivo para poder presentar una nueva edición ampliada con documentos históricos sobre la colectivización de tierras, servicios y empresas en Cerdanyola del Vallès y Ripollet. Cualquier medida para paliar el Alzheimer general es bienvenida.
José García no es historiador, no hay aquí ristras de datos ni vaciados de documentación histórica. Y está escrito por alguien que hundía la manos en la tierra y aprendió a escribir leyendo a Cervantes. ?Carreta? transmite la impronta que dejó en un chaval de 15 años el proceso de formación, vida y desarrollo de la colectividad agrícola de Cerdanyola ? Ripollet que funcionó entre 1936 y 1939 y que llegó a agrupar a unas 200 personas. Un joven que mantendría hasta el final sus ideas libertarias. Era tan libre que hasta se permitía dar gracias a dios al final del libro.
?En los último días de julio y primero de agosto, se constituyó mediante acuerdo tomado en asamblea por los trabajadores de las masías abandonadas, la mencionada colectividad. La sección de huerta fue la primera en organizarse y con el dinero que reportó la recolección de los frutos en las diferentes huertas colectivas fue con lo que se inició la marcha económica de la entidad. Se creó una vaquería y se agrupó al ganado porcino en una granja. Se creó el grupo de montes que se encargó de la limpieza de los bosques colectivos, así como el desmonte para roturar la tierra y cultivarla. Se pusieron en explotación campos yermos, aplicados a la producción de forraje para alimentar al ganado. Sólo había un tractor, una máquina alfalfera para segar, una trilladora y un camión con la rojinegra?. Las tierras colectivizadas comprendían las viñas de los marqueses de Cerdanyola, Can Fatjó del Xiprers, la Torre del Bombita, Can Pallarès, la Clota i Can Coll.
?Carreta? cuenta como ?en las diferentes secciones se nombraron responsables encargados de distribuir el trabajo de cada día. Cualquier crítica o aclaración se dilucidaba en asamblea. El trabajo contable estaba a cargo de dos compañeros incapacitados físicamente. Cada tres meses, en asamblea ordinaria, se daban cuentas de todas cuantas gestiones se habían realizado siguiendo lo acordado en la asamblea anterior. A los tres meses de su fundación se abordó el problema sanitario y se estableció el seguro de enfermedad, con un médico y una comadrona?.
La colectividad funcionó en condiciones muy adversas, ayudando a abastecer a una población que sufría las penurias de una guerra desfavorable y que aumentaba día a día con los desplazados por el avance fascista y por los que huían de los bombardeos sobre Barcelona. No hay datos de producción, ni falta que hacen, pero sí ejemplos de los asuntos que se trataban en asamblea. Así reza el orden del día de una de ellas: ejecución de una acequia de riego; proponer y aprobar al sustituto del cuadrero; y, no se lo pierdan, delimitar en que forma había que agasajar a dos compañeros colectivistas que, próximamente, se iban a casar. Si no les emociona la escena es que trabajan para la Troika.
No esperen tampoco una manual sobre colectivizaciones ni un catecismo para adoctrinar conciencias, pero apunten dos reflexiones de ?Carreta? y piensen en ello cuando vayan al trabajo (?La persona, creyendo que trabajaba para sí, lo hacía para todos, y cuando más creía que lo hacía para todos lo estaba haciendo para sí mismo; de tal forma era imperceptible la integración en el nuevo colectivo social que cuanto la persona más se integraba al trabajo, más libre se sentía?) y cuando les pidan su voto (?La soberanía de los pueblos se debe medir por el grado de participación en la vida social y no como equivocadamente puede creerse por el grado de ?participación política?. La verdad es escurridiza y coqueta, es muy terca la obstinación del hombre por poseerla y acariciarla, convirtiéndola algunas veces en la deidad de su propia ignorancia?). Piensen en ello y háganse con el libro. Y si no creen en la propiedad privada lo leen en la Biblioteca. O mejor aún, lo compran y lo regalan.
La Boca d?Or