Si aceptamos que el olvido es, como la memoria, fundador, no podemos dejar de percibir que los usos del olvido no son nunca neutros. ¿De qué o de quien es coartada el olvido? ¿Es indispensable para la constitución y la continuidad de una comunidad? ¿Por qué nuestra herencia política recurre al olvido colectivo e institucional a través de la amnistía? ¿Y qué es la amnistía: un borrón sin huella, la marca grosera de una amputación o el acondicionamiento de un tiempo para el duelo y la reconstitución de la historia? ¿Es paradojal considerar al olvido inseparable de la transmisión cultural en la filosofía y en el arte? ¿Cuál es el uso que hacen del olvido los historiadores? Preguntas todas que recorren los textos del Coloquio de Royaumont de 1987 que aquí presentamos y que enriquecen la reflexión sobre un tema tan inquietante como urgente y conmovedor.
