«A más de un lector el tema central de este ensayo le parecerá ilegítimo, por no decir indignante. De entrada lo refutarán muchos laicos, decididos a definirse como judíos. Para otros yo no sería más que un infame traidor, corroído por el odio a mí mismo. Muchos judeófobos han dado por sentado que plantear algo así es imposible y absurdo, ya que para ellos un judío siempre pertenece a otra raza ». Estos son los términos con que comienza esta pequeña, y sin embargo inmensa, obra: no solo constituye una especie de epítome de los resultados de una tan prolongada como distinguida carrera académica, sino también de cómo esta puede ?y sería bueno que siga pudiendo? aplicarse a la existencia colectiva de una nación. Comenzando por el mismo autor. A la luz de su obra, Shlomo Sand se pregunta qué significa ser judío al margen de la religión. Más aún: qué significa ser judío laico. Y llega a la conclusión de que la judeidad en un sentido contemporáneo no deja de ser un constructo con muy poca relación con un pasado, que de este modo adquiere las dimensiones míticas que le corresponden; despojada de ellas, el judío se convierte en un ser humano que se enfrenta a sus múltiples identidades como los demás seres humanos y con las mismas armas intelectuales y psicológicas. Incluida la posibilidad, que Sand reivindica, de dejar de serlo. Esto tiene claras connotaciones políticas: la judía dejaría de ser una nacionalidad (sí lo sería la israelí); ello obliga a tener en cuenta a los palestinos como hijos ?expoliados? de la misma tierra que hoy constituye Israel. Ese empeño, al que Sand ha dedicado su obra, muestra la verdadera dimensión humanista, democrática y socialmente comprometida de un intelectual que, junto a algunos otros intelectuales israelíes, no deberían dejar de ser «la voz que clama en el desierto».