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La modernidad póstuma nació en algún momento cercano a 1989, cuando se empezó a sospechar que la caída del imperio soviético, la revolución digital y el auge de lo que perezosamente se llama neoliberalismo dibujaban una constelación cuyo desciframiento podía ocupar varios siglos. Que la modernidad presente sea «póstuma» no significa que lo moderno haya muerto, sino que, por mucho que acelere su ritmo de innovaciones, cada una de ellas está condenada a aparecer como algo ya visto. Si, desde su inicio, los tiempos modernos consistieron en una sucesión de combates entre el puritanismo y el libertinaje, la nuestra es la época en que esa pugna se ha cancelado, obligándonos a todos a ser puritanos y libertinos a la vez. Según se sostiene en este libro, aquello que la época dice de sí misma es un engaño que, sin embargo, se hace verdad cuando supersticiosamente se da por bueno. Desde un punto de vista deudor del averroísmo, se ofrece aquí una teoría del tiempo presente que recupera la tradición de la crítica de la ideología e intenta desacreditar el correoso mito de una «sociedad del conocimiento».