El feminismo ha vuelto a marcar agenda en Madrid, esta vez, por la visita a la capital de la activista feminista y escritora Silvia Federici, que habló ayer sobre la relación entre capitalismo y violencia contra las mujeres con las miles de personas que se congregaron en las instalaciones de El Matadero para escucharla. Fue imposible dar entrada a todas, por lo que la autora de “Calibán y la bruja” y de “Revolución en punto cero” tuvo que dirigirse a gran parte de la audiencia a través de un altavoz que se improvisó en la calle.
Federici arrancó su discurso señalando las raíces de la violencia contra las mujeres que se ejerce en todo el mundo y que se hunden en la estructura económica capitalista y en los Estados que la sostienen.
La autora identificó la violencia contra las mujeres como una constante en la lucha feminista, ya presente en el movimiento de los setenta; no obstante, reconoció que esta se ha recrudecido en los últimos tiempos, tanto cuantitativamente como en intensidad, a través de formas nuevas que trascienden lo doméstico y se expresan en la esfera pública. El factor que explica este repunte de violencia a nivel mundial es el reajuste neoliberal del capitalismo que se impuso en la década de los ochenta y que se expresó por diferentes vías: los nuevos imperialismos, la precarización de los trabajos y la militarización de las vidas, todos factores que están directamente relacionados con las violencias sexistas.
Entendiendo el concepto de violencia en su sentido amplio, que va más allá de la agresión física, Federici calificó como violencia institucional las guerras en Oriente Medio y las políticas extractivistas emprendidas en países de América Latina y África, que expulsan a comunidades enteras de sus medios de producción y sus tierras por un interés lucrativo de acumulación. Las mujeres, más vinculadas con la reproducción, son quienes están liderando los movimientos del no a la guerra, por la defensa de la tierra, del agua y de los bosques. “Es porque están en primera línea, que son asesinadas”, dijo.
Asimismo, apuntó al empobrecimiento de las sociedades, a los recortes en los servicios sociales y a la precarización del empleo como causa directa del aumento de la violencia. En el trabajo productivo, explicó, se da una tendencia en la división sexual de los empleos: los hombres ocupan cada vez más puestos de ejercicio de la violencia: como guardias, en el Ejército, en el narcotráfico, etc; por su parte, las mujeres han incrementado su trabajo reproductivo fuera de casa, como trabajadoras domésticas o trabajadoras del sexo. Según apuntó Federici, existe una relación directa entre la violencia pública y la doméstica. Es por esto, que la violencia sufrida en el puesto de trabajo se reproduce cuando se llega a casa. Del mismo modo, en lugares donde hay un índice elevado de violencia en la calle, hay también una violencia doméstica notable.
Debido al carácter sistémico de la violencia contra las mujeres, no solo es necesario acabar con los asesinos, hay que poner fin a esta sociedad que puede perpetuarse con amenazas nucleares, policía militarizada, tanques y con la expulsión de millones de personas de sus territorios, señaló. Además, resaltó que no podemos esperar que sea el Estado quien erradique las violencias que sufren las mujeres, porque a lo largo de la historia ha sido el propio Estado el que ha puesto las bases para que se dé. Por tanto, la lucha para combatir las agresiones debe emanar de un movimiento feminista construido desde abajo.
Expuestas las causas de la violencia contra las mujeres, la activista quiso profundizar en las formas de lucha social para combatirla. Los modos de resistencia que están surgiendo en todas partes (grupos de autodefensa, mujeres que patrullan las calles, movimiento por recuperar los espacios públicos…) son imprescindibles, subrayó, pero hay que ir más allá. Aquí, Federici apuntó como tareas fundamentales del movimiento feminista dos: coordinar y conectar las luchas entre sí (las de sanidad, educación, por el desempleo, etc) y construir nuevas formas de socialización y reproducción que nos permita reconstruir un tejido social más solidario. “Donde estemos menos aisladas, donde podamos crear un territorio en el que poder controlar nuestra reproducción, ayudarnos y crear nuevas formas de vida. Creo que este es el reto que está ante de nosotras”, dijo.
Ni la ponente ni las asistentes quisieron dejar pasar la oportunidad de recordar la tarea que encara el movimiento en este nuevo curso: conseguir coordinar una huelga productiva y de cuidados a nivel internacional para la jornada del próximo 8 de Marzo (2018). Desde luego, si el éxito de asistencia a la cita con Federici puede tomarse como señal de algo, estamos ante un reto nada idealista.