El capitalismo español ya daba muestras de declive mucho antes de que estallara el coronavirus. En el escenario post pandemia se anuncia una crisis económica y social de dimensiones históricas. Sobre estos temas conversamos con Pedro Ramiro, coautor junto a Erika González del libro “A dónde va el capitalismo español” (Traficantes de sueños, 2019). Una lectura recomendada para comprender los contornos de la economía española y la crisis actual.
Pedro Ramiro es Doctor en Ciencias Químicas por la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y coordinador del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL). Le agradecemos esta entrevista que hicimos intercambiando mensajes y audios en medio del confinamiento.
Voy a ser un poco spoiler, porque quiero empezar esta entrevista por el final de vuestro libro. Allí explicaban que el capitalismo español estaba acercándose a una nueva crisis, porque el modelo basado en el turismo y boom inmobiliario mostraba todas sus contradicciones. ¿Cómo estaba la economía española antes de que estallara la crisis actual?
Digamos que antes del estallido de la pandemia del coronavirus, el capitalismo español ya estaba sumido en una profunda crisis orgánica. Bajo una aparente recuperación de la estabilidad de la política institucional con la formación del nuevo gobierno –todas las discusiones enmarcadas en la teatralización de la política–, y también bajo la aparente normalidad de la recuperación económica, que en realidad era la recuperación de los beneficios empresariales. Pero por debajo existía un mar de fondo.
La posición periférica de España en el sistema mundo y su especialización económica clásica se basa en dos sectores, el sector de la construcción-inmobiliario y el sector del turismo. Si le sumamos la imposibilidad de recomposición de la clase media en otro ciclo largo de expansión inmobiliaria financiera, en cuanto a consumo y crédito, estos elementos ya apuntaban justamente a ese declive del capitalismo español.
Lo que se había publicitado como la recuperación económica desde 2008 hasta 2020, en realidad había sido un modelo en el que las grandes empresas españolas habían aumentado mucho más la devaluación salarial y el empeoramiento generalizado de las condiciones laborales; cada vez menos salarios y una desvalorización de la fuerza de trabajo. Esa fue la principal herramienta para aumentar sus beneficios en un contexto de crisis económica y social. Pero también los réditos de la internacionalización de las multinacionales españolas le habían servido para capear el temporal de la crisis durante la última década, sobre todo a través de la compraventa de activos, desprendiéndose de muchas filiales y subsidiarias que tenían en América Latina para ir capeando el temporal de la crisis.
También ha sido fundamental el apoyo de los Estados, el apoyo del Estado español con regulación y legislación a favor de sus intereses. En el sector inmobiliario se ve muy bien, con toda la legislación favorable a las Socimis (sociedades de inversión en el mercado del alquiler). Y también el Banco Central Europeo ha sido un agente fundamental con todas las compras de deuda pública y privada, a través de sus políticas de expansión cuantitativa.
Todo esto enmarcado en una coyuntura global donde tres factores marcan la crisis estructural del capitalismo –estancamiento, deuda y desigualdad–, factores que van en aumento y se agravan conforme pasan los años. Todo esto indicaba que el capitalismo español estaba entrando en declive. A comienzos de este año ya estaba bajando el número de turistas que llegaban al Estado español cada año y estaba bajando el precio de los pisos. Es decir, estaban empezando a notarse los primeros síntomas de un declive, sobre todo en el sector turístico, el sector inmobiliario y de la construcción, que con esta pandemia no han hecho sino acelerarse y agravarse enormemente.
En resumen, el capitalismo español ya estaba aquejado de una profunda crisis orgánica antes de la pandemia, y con este parón de la economía productiva que también afecta a la financiera, terminan de reventarse sus costuras y termina de entrar en declive un modelo que no va a recuperarse, no va a volver a la normalidad después de la emergencia sanitaria.
Y en este marco, ¿cómo crees que va a impactar la crisis actual en los próximos meses, cuando ya se prevé una caída del PIB muy superior a lo que ocurrió en la crisis del 2008?
Cuando pase la emergencia sanitaria, es materialmente imposible volver a la etapa de la recuperación económica. Y no digamos ya la posibilidad de volver a otro ciclo largo de expansión y crecimiento de los negocios de las grandes multinacionales españolas.
En un primer momento, las grandes corporaciones españolas van a tratar de sortear este parón económico a través de diferentes medidas, con operaciones de compraventa de activos financieros. Muchas de ellas han hecho operaciones de auto cartera, para comprar acciones de la propia empresa para evitar que se devalúen. También han emitido deuda. Por ejemplo, las cuatro grandes eléctricas han emitido deuda por un valor superior a 4.000 millones de euros. Otras grandes empresas españolas han hecho ampliaciones de capital, etc. También el BCE ha anunciado un nuevo programa de compra de deuda privada, con el objetivo de garantizar liquidez para los próximos tiempos. Y también está la posibilidad que se les abre a las grandes corporaciones de acogerse a Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTEs), que en su caso no son sino una especie de subvención encubierta de los costes laborales.
Grandes empresas que han estado acumulando beneficios y dividendos mil millonarios durante la última década, en cuanto hay un parón de la economía productiva durante dos meses, lo primero que hacen es endosarles sus costes laborales a las arcas públicas. Y por supuesto que no quieren socializar los beneficios o redistribuir la riqueza generada por las grandes corporaciones.
Además de que va asociado a toda una serie de impactos sociales, laborales, económicos y culturales, en donde las mayorías sociales son las que han pagado la recuperación post 2008 y ahora se va a intentar que paguen esta nueva crisis.
Más allá de las previsiones que se están haciendo, de una recuperación en forma de “V”, de “U” o con forma de raíz cuadrada “√”, la realidad es que iremos viendo en los próximos tiempos una serie de crisis, de impagos, incluso de quiebras, y también absorciones de las grandes compañías españolas y fusiones con otras compañías que las puedan comprar a bajo precio.
Aunque las grandes compañías puedan aplicar algunas de estas estrategias para tratar de sortear la crisis, la realidad es que el modelo económico español está muy tocado en su línea de flotación para los próximos tiempos. Porque es un modelo basado en esa especialización económica clásica desde los años 60 sobre todo en dos sectores: el de la construcción-inmobiliario y el del turismo.
Este modelo basado en dos sectores no se puede recuperar en el corto y medio plazo, por los cambios que se van a dar en el panorama mundial, pero tampoco en el largo plazo, por los límites biofísicos del planeta, por el agotamiento de los recursos materiales y energéticos que sostienen el funcionamiento del capitalismo. Eso hace que sea imposible volver a la normalidad, al business as usual que ha estado caracterizando las operaciones de las grandes compañías. Por eso, están tratando de ver cómo reorientar sus estrategias a corto y medio plazo, sobre todo con un apoyo de los Estados centrales y de las instituciones europeas, principalmente el BCE y la Comisión Europea, para tratar de sostener sus beneficios. Pero el panorama para los intereses de la clase político empresarial que gobierna nuestro modelo económico, es bastante complicado desde su propia perspectiva.
En el libro explicáis la dependencia del capitalismo español respecto al sector del turismo, donde actúan grandes corporaciones. ¿Cómo moldea este sector al resto de la economía española, el tipo de empleo y la calidad de vida en las ciudades?
El papel de España en la economía mundial es una especie de periferia del centro, y su modelo económico desde el desarrollismo franquista hasta nuestros días se basó sobre todo en tres sectores: industria, construcción y turismo. En los años 80 del siglo XX tuvieron lugar los procesos de desindustrialización, privatizaciones y todas las reformas neoliberales que se empezaron a hacer en los años 80 y se completaron en los años 90, primero con gobiernos del PSOE, y luego con gobiernos del PP. Al final, de esas tres patas se quedaron dos, el sector inmobiliario y de la construcción, y el sector del turismo, que han sido los dos ejes fundamentales de la economía española en todas estas décadas.
El sector turístico, especialmente, ya desde el desarrollismo franquista fue uno de los ejes centrales de atracción de divisas y capitales internacionales, y también en los últimos tiempos fue un factor central para lo que se ha dado en llamar la recuperación económica, esa recuperación de los beneficios empresariales.
Después de la crisis del 2008 se produjo un gran crecimiento de la actividad turística en España. Se pasó de 58,6 millones de turistas en 2007 a 83,7 millones en 2019. Hubo una multiplicación de la llegada del turismo internacional y ese fue uno de los factores de recuperación de los datos macroeconómicos. Pero eso ha ido de la mano de toda una serie de impactos sociales, económicos, laborales y, por supuesto, ambientales.
La expansión del modelo turístico por todo el territorio español, pero principalmente por todo el litoral, ha supuesto la devastación de múltiples y muy diversos espacios naturales que estaban en la costa de la Península ibérica y de las islas Baleares y Canarias. Recordemos que los grandes grupos turísticos españoles, las grandes multinacionales del turismo como Barceló, RIU y otras son de origen balear, de grandes familias de la oligarquía de las islas.
Ese modelo ha tenido claros impactos ambientales y sociales no solo en el Estados español, sino en otras regiones del mundo donde se ha ido expandiendo. Especialmente en Centroamérica y el Caribe, con múltiples ejemplos en México, Cuba o Santo Domingo, con diferentes resorts y macroproyectos turísticos.
Además, este modelo se ha basado en el deterioro de las condiciones laborales. Para que haya podido expandirse ese turismo de sol y playa, del resort del “todo incluido” y relativamente barato para los turistas internacionales, han deteriorado hasta casi el máximo las condiciones de los trabajadores y trabajadoras del sector. Eso ha multiplicado el empleo: uno de cada ocho contratos firmados el último año en España fue para trabajar de camarero. Pero también ha multiplicado la precariedad laboral.
Digamos que la condición de posibilidad de la expansión de ese modelo turístico ha sido la devastación ambiental y el empeoramiento generalizado de las condiciones laborales. Eso ha pasado tanto en España, como en los otros países en los que las multinacionales españolas han exportado esa suerte de paraísos turísticos que tienen muy poco de esa perfección que se vende en los anuncios y la publicidad.
También hacéis un recorrido en el libro por el período de expansión de las empresas multinacionales españolas en el mundo, especialmente su penetración en América Latina. ¿Cuál es su impacto en estos países?
La otra pata que explica el modelo económico español es la internacionalización de las grandes empresas. La expansión global de un puñado de grandes corporaciones: nos referimos a las grandes compañías energéticas, eléctricas y petroleras, dos grandes bancos, una gran compañía del textil, una gran compañía de las telecomunicaciones y seis grandes constructoras. Son dos decenas de grandes compañías que han protagonizado la expansión internacional del capitalismo español, sobre todo desde los años 90. Una expansión que se produjo después de que en España se privatizaran las grandes compañías públicas en los años 80 y 90 (Repsol, Telefónica, Endesa, Argentaria, Gas Natural). Grandes compañías de sectores estratégicos que cuando se privatizaron acumularon capital y músculo financiero. Con el apoyo de los grandes bancos y las instituciones financieras, aprovecharon ese momento para comprar a bajo precio las compañías públicas (y también muchas privadas) que se estaban poniendo a la venta en todo el continente americano, sobre todo en Sudamérica, como consecuencia de la aplicación de las reformas neoliberales, derivadas de la aplicación del consenso de Washington.
Desde ese momento, esas compañías se convirtieron en grandes multinacionales, de un tamaño medio a nivel mundial, pero de primer orden si nos fijábamos solo en América Latina. A principios de los 2000 Telefónica era la mayor compañía de las telecomunicaciones en América Latina, Repsol era la mayor petrolera, el Santander y el BBVA eran los dos mayores bancos y Endesa era la mayor eléctrica de esa región, por delante de las compañías estadounidenses y otras trasnacionales europeas. Y lo que han hecho las grandes multinacionales es aprovechar esa expansión al territorio latinoamericano, para, con los beneficios acumulados allí, expandirse también a otras regiones como Europa, Estados Unidos, y también, aunque en menor medida, China.
Hasta que llegó la crisis de 2008. A partir de ese momento se acabó la “década dorada” de la expansión de las multinacionales españolas. Lo que han hecho desde entonces ha sido irse desprendiendo de activos, de filiales, e ir aprovechando los réditos de ese proceso de internacionalización para superar la crisis de 2008, aunque sea en términos financieros y de resultado contable.
¿Cuáles son los impactos en los países donde se han ido expandiendo? Lo primero que han hecho estas grandes multinacionales españolas cuando han llegado a otros territorios es amortizar la inversión y tratar de obtener lo más rápido posible las mayores ganancias. Y eso ha ido de la mano de despidos masivos, devaluación salarial y empeoramiento de las condiciones laborales. Por supuesto, también toda una serie de impactos ambientales, como en el caso de las petroleras o las eléctricas, con la construcción de grandes centrales o pozos petroleros en reservas de gran biodiversidad y en zonas naturales protegidas. Ha generado impactos de carácter sistemático en términos sociales, económicos, laborales, políticos, ambientales y culturales. Una generalizada violación de los derechos humanos y de la naturaleza en todos los territorios en los que se han ido expandiendo.
Esos beneficios no hubieran sido posibles sin todos esos impactos sistemáticos ocasionados por sus operaciones. No es que hubiera un caso de corrupción allá, un vertido de petróleo en otro lado, despidos en otra empresa; no son casos aislados. Eso ha ocurrido en todas las operaciones de las grandes compañías. Es un modus operandi que responde a una lógica capitalista para ganar tamaño, capital y evitar ser absorbidas por otras compañías, y al mismo tiempo ir generando dividendos y rentabilidad para sus accionistas.
El gobierno del PSOE-Podemos se presenta como el “más progresista de la historia”. Pero la historia este partido, junto a la del PP, ha sido la de gestionar el capitalismo español beneficiando a las empresas del IBEX35. ¿Qué relación ha habido en las últimas décadas entre este partido y las grandes corporaciones?
El PSOE, como han dicho diferentes autores, es seguramente la viga maestra sobre la que se ha sostenido y se sostiene el régimen del 78. Si hay una institución que encarna todo lo que ha sido el régimen del 78 y todas sus relaciones con la clase político empresarial es el Partido Socialista Obrero Español y toda su evolución durante los últimos 40 años. El PSOE y el PP, en lo que se refiere a las políticas económicas y el apoyo a la expansión de las grandes empresas españolas, no han tenido apenas ninguna diferencia. Así como en otros aspectos culturales, o en alguna medida, en algún caso en políticas sociales, sí ha podido haber ciertas diferencias, en todo lo que se refiere a la raíz del modelo económico y el apoyo estatal a los negocios de las grandes compañías, no ha habido ninguna. Siempre han considerado ese apoyo a las grandes empresas como una “política de Estado”. Y en ambos partidos también ha sido análoga su interrelación con los dirigentes de la clase político empresarial que ha gobernado el capitalismo español desde mediados del siglo XX hasta nuestros días.
Primero, una clase político empresarial que tiene sus raíces en el franquismo y la expansión del desarrollismo, lo que se conoce como “milagro español” y que luego a partir de los años 80 y 90 va dando lugar a una renovada clase político empresarial que aprovecha la privatización de las grandes compañías publicas para subir en el escalafón de las grandes compañías. En eso, el PSOE y también el PP han participado activamente. Desde la implementación de las políticas gubernamentales, pero también, con personas muy destacadas de ambos partidos entrando en los consejos de administración de las grandes compañías o como asesores de esas empresas, o relacionándose de una u otra manera con todos esos negocios como comisionistas, lobistas, etc., lo que se ha conocido como “puertas giratorias” (Felipe González fue contratado por Gas Natural o José María Aznar por Endesa, por dar apenas dos ejemplos de una larga lista).
Las “puertas giratorias” en realidad es algo mucho más amplio que una devolución de favores por parte de las empresas a los políticos por sus medidas para favorecer a estas compañías. En realidad, se trata de una clase política-empresarial que intercambia sus posiciones en el sector público y privado, pero que, al fin y al cabo, defiende los intereses de esa oligarquía, por decirlo en términos clásicos, de esa élite que es la que dirige el modelo económico en su propio beneficio.
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Para finalizar la entrevista, le pregunto a Pedro Ramiro su opinión sobre las perspectivas para salir de esta crisis, y acerca de medidas como la prohibición de los despidos, la suspensión de alquileres e hipotecas, impuestos extraordinarios a las grandes fortunas o la nacionalización de la sanidad privada, como las que se plantean desde varios movimientos sociales y que también venimos sosteniendo desde Izquierda Diario.
Su visión es que “lo que está en juego ahora mismo es la forma es que se va a intentar salir de esta crisis y ver quienes van a ser los sujetos que van a pagar los costes derivados de esta”. Nos encontramos ante una “disyuntiva estratégica entre garantizar el modelo de acumulación, seguir por la misma lógica de recuperación post 2008, la misma lógica de expansión de los beneficios empresariales, o apostar por una redistribución de la riqueza, por una socialización de todo el capital acumulado con la expansión de todas estas grandes compañías y ponerlo a jugar en favor de las mayorías sociales”, asegura.
Para Pedro Ramiro, este tipo de medidas conllevan “un conflicto frontal con los propietarios de las grandes corporaciones, con la clase político empresarial que nos gobierna y un enfrentamiento en términos económicos, pero también políticos, jurídicos y culturales”. Algo, que, de no hacerse, solo puede “incrementar las dinámicas de desposesión, expulsión y necropolítica que caracterizan al capitalismo global y que se han agravado especialmente y han abonado el terreno para la expansión de un nuevo espacio neofascista a nivel global”.
Me quedo con esa reflexión y pienso que, en efecto, la lucha por medidas sociales como las que son necesarias en este momento implica un choque directo contra los intereses de los grandes capitalistas. En los marcos de este sistema no es posible conseguir ninguna redistribución de la riqueza que sea general y perdurable, mucho menos en períodosde crisis.