No es raro que allí donde va, cuelgue el cartel de "no hay entradas". Silvia Federici (Parma, 1942) ha vuelto a España, la última vez fue el pasado año, para hablar sobre los retos que enfrenta el feminismo. Lo hizo este martes en el Palacio de la Prensa, en Madrid; lo hará este jueves en Pamplona, donde se celebrará un encuentro sobre la caza de brujas, un episodio de violencia contra las mujeres poco conocido de la historia, y se despedirá el próximo martes en Bilbao. Tres días para conocer, a través de su voz, una lucha que se remonta décadas atrás. En los setenta, la autora de Calibán y la bruja impulsó una campaña junto a otras compañeras para exigir un salario para el trabajo doméstico. Labores no remuneradas e invisibilizadas que, según argumenta la filósofa, escritora y activista feminista, han sido imprescindibles para el desarrollo y la prosperidad del capitalismo.
¿Se puede ser feminista y no estar en contra del capitalismo?
No. No se puede. El feminismo no es una escalera para que la mujer mejore su posición, que entre en Wall Street, no es un camino para que encuentre un lugar mejor dentro del capitalismo. Soy completamente contraria a esta idea. El capitalismo crea continuamente jerarquías, formas diferentes de esclavización y desigualdades. Entonces, no se puede pensar que sobre esta base se pueda mejorar la vida de la mayoría de las mujeres, ni de los hombres. El feminismo no es solamente mejorar la situación de las mujeres, es crear un mundo sin desigualdad, sin la explotación del trabajo humano que, en el caso de las mujeres, se convierte en una doble explotación.
¿Cree que el movimiento feminista, para llegar a más personas, corre el riesgo de despolitizarse?
Que tantas mujeres salgan a la calle es fundamental. Nos da confianza y es una señal de malestar, de deseo de cambiar las cosas. Por eso me parece muy positivo. El reto hoy es cómo vamos a redireccionar esa energía. Hay que impulsar programas, propuestas, debates. Tenemos que concretar qué queremos, qué vamos a pedir, qué se puede hacer. Creo que toda esta energía que sale de la calle tiene que empezar un proceso de definición. Así es como va a coagular y no se va a perder.
El movimiento Me Too ha recibido críticas, por ejemplo por parte de Tarana Burke, por quedarse en la denuncia pero no profundizar en las causas de la violencia contra las mujeres, ¿qué le parece?
La prensa se ha ocupado mucho de ellas, pero las feministas llevan años y años denunciando el acoso sexual sobre todo en relación al puesto de trabajo. Ahora la prensa lo descubre porque son mujeres de Hollywood. Pero el acoso sexual es estructural de la relación entre hombres y mujeres en la sociedad capitalista. Estas siempre han tenido una situación económica más precaria, siempre han sido más dependientes de ellos y se han visto obligadas a negociar servicios sexuales. Esto sigue hoy, a pesar de que la mujer haya tenido más acceso al trabajo asalariado.
Hay toda una historia de mujeres que deben vender su cuerpo, no solamente en la prostitución, en todas las profesiones. No ver este aspecto cultural es una mistificación. Se da una gran publicidad, pero no va a la raíz del problema. Un ejemplo sencillo, las camareras en Estados Unidos viven de las propinas y les dan muy poco. Ellas saben que su postura sexual con los clientes interviene. Hay algunas que me han contado que a fin de mes, cuando tienen que pagar la renta, se exponen más porque sube la propina. Esta venta continua sexual del cuerpo es parte de una situación económica histórica. Si no vamos a denunciar estos casos estamos distorsionando.
Dijo en una entrevista que puede ser peor la explotación del cerebro que la explotación de tu cuerpo, algo que no gustó a feministas abolicionistas…
En la sociedad capitalista las mujeres siempre han tenido un acceso muy débil al sustento, siempre han necesitado vender su cuerpo. No comprendo la postura de aquellas feministas que aíslan la prostitución como una cosa particularmente degradante y no ver las miles de formas de degradación a las cuales las mujeres están sujetas. No lo comprendo, me parece que penaliza sobre todo a aquellas más pobres que son aquellas que han necesitado más recurrir a la prostitución. Por eso digo que en esta sociedad en la que todo se vende es peor vender tu cerebro, tu integridad moral e intelectual, no solo que una mujer venda su vagina.
Hay mujeres que se casan con hombres no porque los aman, sino porque es una solución económica o que las maltratan y que se ven en la obligación de practicar sexo con ellos. ¿Por qué no se quiere ver todo esto? Si soy abolicionista lo soy con todas las formas de explotación del trabajo humano. Este es para mí el objetivo, que no debemos vendernos de ninguna manera, que se puede vivir en una sociedad en la cual la venta de nuestro cuerpo, corazón, cerebro o vagina no sea necesaria.
Sobre los vientres de alquiler, ¿se puede ser madre o padre a cualquier precio?
Es una abominación. No se vende solamente un útero, se vende también un bebé. No se puede vender a otra persona. La maternidad subrogada es producir una persona solamente para venderla, sin responsabilizarse de ella. En Estados Unidos hay un mercado subterráneo no reglado de familias que tienen bebés subrogados que nacen con malformaciones, el producto no es perfecto, o no es del sexo deseado, y los hacen circular por Internet.
Hay mujeres que se dicen feministas que lo apoyan, como la capacidad de las mujeres a decidir sobre su cuerpo. Y hay otras que lo legitiman diciendo que da a las parejas de hombres la posibilidad de ser padres, pero la paternidad no es un derecho a cualquier precio.
Tras aterrizar en España, empezó su gira por Valladolid. Allí ha denunciado un episodio de la historia poco conocido, que a veces queda recogido como un hecho folclórico: la persecución y matanzas de mujeres acusadas de ser brujas en la Edad Media. ¿Hay hoy nuevas cazas de brujas?
Sí. Se persigue a mujeres acusadas de ser brujas en países de África, zonas de India o en Papúa Nueva Guinea. Han sido matadas sobre todo mujeres mayores y solteras. He escrito sobre esto, me parece claro que está conectado con la globalización, con la extensión de la organización capitalista, el despojo de las tierras comunales, además de la llegada de sectas evangelistas y pentecostales, que hablan de Satanás, del pecado y dicen que si eres pobre es porque tienes problemas o porque hay personas en tu comunidad que conspiran contra ti. Hay mujeres que han sido enterradas vivas, quemadas. En el norte de Ghana hay campos de concentración donde se han refugiado mujeres acusadas de ser brujas y que han sido expulsadas de sus pueblos