Paco Vidarte, con el culo al aire

Enrique F. Aparicio
Pikara Magazine
15/12/2021
LGTBQ

Como volver a ver después de mucho tiempo a una amiga; reconocer y no reconocer, constatar el paso del tiempo en una misma a través de otra persona. Esa sensación, mezcla de apego antiguo y extrañeza, produce leer al filósofo, ideólogo, activista y agitador del pensamiento Paco Vidarte, fallecido a consecuencia de un linfoma relacionado con su infección de VIH en 2008, con 37 años. La editorial Traficantes de sueños acaba de reunir algunos textos de este militante de la Radical Gai en el volumen Por una política a caraperro.

En estos 13 años hemos acumulado leyes, campañas institucionales, orgullos mundiales, victorias relativas y nuevos peligros, de los que ya no conoceremos la afilada opinión de Vidarte. Con todo, ciertos fragmentos de estos artículos, ponencias y prólogos (los textos van de 1995 a 2008) resultan escalofriantemente premonitorios. Enemigo declarado del activismo amable, esa conciencia de perra callejera que propone el título del libro atraviesa las propuestas de un teórico cuya vida y cuya muerte nos recuerdan lo cercano que está todavía el abismo.

En 2008 aún se podía uno morir de complicaciones derivadas del VIH, y en 2021 te pueden asesinar a golpes al grito de maricón, pero los derechos de la comunidad LGTBIQ+ siguen siendo un juego de cromos para los poderosos. “Nuestras reivindicaciones son moneda de cambio en los pactos parlamentarios de gobernabilidad. O sea, que les importamos una mierda”, firmaba Vidarte hace 25 años en el texto ‘Cero a la izquierda’, firmado junto a Ricardo Llamas. Si el activismo mayoritario optaba entonces por la otra mejilla, el sevillano escogía la rabia.

Ética marica es la forma que Vidarte le dio a su rabiosa herencia. Un texto fundamental en el pensamiento activista del siglo XXI –y escrito ya frente a la cercanía de la muerte–, su lectura es un paso obligado para cualquiera que se pregunte por la conciencia marica, esa que él (años antes de que empezáremos a hablar de interseccionalidad) describe gráficamente como ir con el culo al aire, con “algo que debe hacernos pensar que las maricas y la peña más desfavorecida tenemos algo en común, mucho más allá de esta metáfora obscena”.

Esa construcción de una identidad a contrapelo, de una existencia más allá de la norma heterosexual (aquí es de nuevo visionario al advertir sobre el activismo que se limita a reclamar las mismas estructuras y ecosistemas hetero para nosotras) se hace para Vidarte con escándalo, con un puñetazo encima de la mesa, con un patadón a la puerta del armario. Armario que no es solo una etapa previa de ese camino a contracorriente, sino un “régimen” donde “la privacidad, la discreción y la intimidad no son un derecho o una opción, sino una imposición, una obligación” (del texto ‘Armario’, de 1999, firmado también junto a Llamas).

Paco Vidarte no llegó a ver a los partidos de la derecha pedir el voto con pulseritas arcoíris, pero ya alertaba en su Ética marica de que apostar por la integración disolvería las reclamaciones de quienes necesitan más acción que un simple ejercicio de tolerancia. “Gente distinta crea derechos distintos, exigencias distintas”, afirmó mientras presenciaba la aprobación del matrimonio igualitario, un avance histórico en lo legislativo que también provocó, en su opinión, un estancamiento en el resto de reivindicaciones. ‘Si los maricones ya pueden casarse, ¿qué más quieren?’, estamos hartas de escuchar desde entonces.

Queríamos, claro, todo lo demás. Todo lo que podemos pensar y algunas cosas que aún ni somos capaces de concebir, porque lo que decimos y lo que pensamos lo hacemos en términos que no son los nuestros –“eso es censura racional, patriarcal, heteosexista, transfóbica y homofóbica de lo respetable, de lo recibible, de lo escribible, de lo publicable”–. Frente al raciocinio normativo, intuición, pulsión animal de perra callejera, esa que nos hace esquivar los golpes y husmear hasta dar con las sobras de sus banquetes.

Con su testimonio y con su legado, Paco Vidarte devuelve el devenir marica a la calle, a la suciedad, a lo irracional. A la dentellada, al abrirse paso como sea para seguir adelante. Recuperar los escritos que reúne Por una política a caraperro es un buen reactivo para un momento en que nos puede la tentación de acomodaros en las tribunas, en la dialéctica digital, en esos espacios seguros que hemos construido pero que, quizás, llevan tiempo sin ensuciarse con el polvo del camino.

Con la mugre que nos hemos limpiado a conciencia las unas a las otras, porque “solidaridad no es creer en la bondad de los que muerden el polvo, sino saber que mientras alguien muerda el polvo yo estoy en riesgo de morderlo al día siguiente”.