Reproducción social y poblaciones excedentes racializadas

Sara Farris Traducido por Camila Nécor
Contracutlura
04/07/2024


[Nota de la traductora]

Esta traducción no pretende más que animar a que, quienes se encuentren con esta exposición abreviada de la tesis central de En nombre de los derechos de las mujeres de Sara Farris, vayan al libro mismo y a las concepciones caóticas de las migraciones con las que lidiamos cotidianamente. Sólo así se puede apreciar el engarce que tiene con su análisis más detallado del fenómeno ‘de carácter transnacional [pero presentado] a partir de lo local’ del feminacionalismo o nacionalismo feminista, centrado en los casos del Partido por la Libertad en Holanda, el -antes llamado- Frente Nacional en Francia y la Liga Norte en Italia a partir de los años 2000.

Por supuesto, por ello, el esfuerzo de traducción no se acaba con este texto traducido. Tan poco vale una transposición vaga a nuestra coyuntura local de los resultados teóricos abstraídos de las coyunturas locales correspondientes a los estudios de caso de los que se ocupa Farris, como un estancamiento en el nivel de abstracción teórica general logrado a partir de estos últimos, que no pueda volver al nivel de una coyuntura histórica diferente porque nunca ha partido de él. Sobre lo que va en las traducciones que no lo son de ‘mucho más que las palabras’, refiriéndose a la nefasta recepción de las teorías poscoloniales en los departamentos de literatura inglesa y francesa de las universidades españolas en los años 1970s y 1980s, Laura Casielles acusa que ‘mientras se busca algo que no existe de ese modo, lo que sí existe crece desapercibido antes los ojos como una enredadera’[1]. Así que tenemos que saber separarnos dinámicamente tanto de nuestra dependencia inmediata sobre las exposiciones teóricas presuntamente más prístinas del mismo fenómeno en contextos ajenos, como del nivel de abstracción teórica presuntamente depurado de una vez por todas que nos libraría de volver a tener que partir de la presentación caótica de nuestra coyuntura histórica. Por ejemplo, ni la instrumentalización por Vox de la igualdad de género en sus campañas contra la ‘islamización’ en el Estado español, moduladas por un racismo específicamente ‘antimoro’ más concretamente vinculado a la retórica colonialista del ‘honor nacional’ desplegada durante el llamado ‘período de pacificación’ en Marruecos que al período mitificado de la Reconquista, existe del mismo modo que las de otros partidos nacionalistas, abierta o sutilmente fascistas, en Europa; ni los procesos de racialización del sexismo y sexualización del racismo en términos de los cuales se apuntalan las prácticas discursivas que demonizan a los hombres migrantes no occidentales y victimizan a las mujeres migrantes no occidentales[2] existen del mismo modo que la explotación capitalista en tanto que relación social abstracta generalizada que atraviesa diferencialmente a sus portadoras concretas en una coyuntura histórica particular para realizarse.

Lo que está abreviado aquí no es más que el último de los abordajes sucesivos del fenómeno en cuestión que hace la autora en su libro, desde el punto de vista totalizante de la crítica de la economía política, sólo después de haber empezado por donde acaban las teorías que se limitan sin dar cuenta de ello a las apariencias socialmente objetivas a través de las que se expresa este desarrollo histórico particular del contenido social del modo de producción capitalista: la reestructuración concreta del mercado global en relación a la movilidad del capital y el trabajo, junto con la nacionalización fetichista de la política burguesa por medio de las dinámicas del proceso global de la (re)producción capitalista a partir de la crisis del petróleo de 1973.

Pero este punto de vista sólo se actualiza si no se salta por encima de las susodichas formas ‘superficiales’ -por realmente abstractas- que la relación capital-trabajo exige para realizarse. Por ello, la serie de abordajes sucesivos del fenómeno del feminacionalismo por Farris se desglosa en tres ordenados de este modo: (1) el feminacionalismo como la convergencia frágil entre partidos nacionalistas de derechas, ciertas femócratas y organizaciones de mujeres, y políticas comunitarias de integración civil entorno a campañas racistas, islamófobas y antiinmigración; (2) el feminacionalismo como formación ideológica históricamente determinada que modula la rearticulación por regularidades discursivas de un amplio repertorio de significados sociales adscritos a la singularidad imaginada de una formación nacional y sedimentados en cierto sentido común interiorizado, que velan la determinación más general de sus transformaciones por las dinámicas fetichistas y mistificantes de la reproducción del valor en movimiento a escala mundial; y (3) el feminacionalismo como economía política neoliberal , como se expone en este artículo traducido.

Con todo, la coincidencia de la publicación de esta traducción con la fecha de la promulgación de la primera Ley de Extranjería general del Estado español en 1985[3], pocas semanas después de la firma del Acta de Adhesión de España a las Comunidades Europeas, es deliberada. Pretende apuntar a la continuidad de fondo de la política migratoria indiferentemente europea y española cuyo recorrido permite mapear los cambios en la ‘lógica político-económica’[4] o las ‘bases político-económicas’[5] que sustentan el feminacionalismo, especialmente con la concreción de la llamada estrategia de ‘gestión integrada’, ‘responsabilidad común’ y ‘solidaridad’ entre los Estados miembros de la UE desde su formulación en el Programa de la Haya[6] hasta el recién adoptado Pacto de la UE sobre Migración y Asilo[7].

Reproducción social y poblaciones excedentes racializadas[8]

En este artículo tomo de mi libro reciente sobre la explotación de temas feministas por partidos nacionalistas de derechas en el marco de campañas islamófobas y antiinmigración, o lo que llamo ‘feminacionalismo’[9]. Aproximadamente en la última década, los partidos nacionalistas de derechas a lo largo del mundo occidental han demonizado a los hombres musulmanes, migrantes y racializados por ser generalmente misóginos, mientras que han representado a las mujeres musulmanas en particular como ‘víctimas a ser rescatadas’. Resulta obvio lo hipócrita y oportunista que es este gesto, considerando los antecedentes tan pobres que tienen estos partidos en lo que toca a los derechos de las mujeres.

Esta movilización de la igualdad de género por parte de partidos de derechas en el marco de campañas islamófobas y racistas ha sido ampliamente analizada, abordando principalmente las implicaciones políticas de tales maniobras. Aquí pienso en la noción de homonacionalismo de Jasbir Puar y en el uso por Éric Fassin del concepto de democracia sexual para describir la centralidad de temas entorno a la sexualidad para las campañas antiislámicas contemporáneas[10]. Sin embargo, como feminista marxista, me interesa ver si podemos identificar una lógica político-económica detrás de la idea de que las mujeres migrantes musulmanas y no occidentales (tanto musulmanas como no musulmanas) necesitan un rescate. En particular, he querido explorar si la estigmatización repentina de los hombres migrantes musulmanes y no occidentales en nombre de los derechos de las mujeres también tiene algo que ver con la posición de las mujeres migrantes y musulmanas en la economía, en particular dentro de aquello a lo que se llama ‘reproducción social’.

Aquí, entonces, voy a explicar de qué maneras pienso que el feminismo de la reproducción social es central para comprender las razones por las que ciertas formaciones nacionalistas/racistas contemporáneas parecen aplicar un doble rasero para los hombres racializados y las mujeres racializadas. De acuerdo con este doble rasero, los hombres no occidentales (tanto musulmanes como no musulmanes) son opresores de las mujeres, pero también ladrones de trabajos, mientras que las mujeres no occidentales suelen quedar representadas como víctimas de su misoginia y sus culturas retrógradas, a ser salvadas y emancipadas. Pero raramente se las representa como las que les están quitando los trabajos a las trabajadoras ‘nativas’. ¿Por qué sucede esto? Para entender este doble rasero generizado y racializado en términos del modo en que destaca una amenaza económica en lo que toca a los hombres no occidentales pero omite completamente la esfera de la economía en lo que toca a las mujeres, recurro al concepto marxiano del ejército industrial de reserva.

Este texto se divide en dos partes. En la primera resumo brevemente la teoría del ejército industrial de reserva, o de las poblaciones relativamente excedentes, de Marx para ver si y cómo puede ayudarnos a entender la posición del trabajo migrante en la economía europea contemporánea. En la segunda parte discuto de qué maneras podría una lectura combinada del feminismo de la reproducción social y la teoría marxiana de las poblaciones relativamente excedentes permitirnos responder a las preguntas planteadas al inicio. ¿Hay una lógica económica detrás de la formación ideológica feminacionalista? ¿De qué maneras podría el feminismo de la reproducción social ayudarnos a decodificar por qué las narrativas racistas de los nacionalistas se refieren a los hombres racializados como opresores y a las mujeres racializadas como víctimas a rescatar?

Sobre la teoría del ejército industrial de reserva de Marx

En el análisis de Marx, (a) el incremento en la magnitud del capital social (esto es, el conjunto de los capitales individuales), (b) la ampliación de la escala de la producción y (c) el crecimiento de la productividad de un número cada vez mayor de trabajadores provocado por la acumulación capitalista crea una situación en la que una mayor ‘atracción de los obreros por el capital está ligada a una mayor repulsión de los mismos’’[11]. Estos tres procesos interrelacionados, para Marx, establecen las condiciones de acuerdo con las cuales la población trabajadora ‘con la acumulación de capital producida por ella misma, produce en volumen creciente los medios que permiten convertirla en relativamente supernumeraria’. Marx describe esto como la ley de población, que es específica al modo de producción capitalista igual que otros modos de producción tienen sus propias leyes de población correspondientes. La paradoja de la creación de la población trabajadora excedente bajo el modo de producción capitalista es que, mientras que es ‘un producto necesario de la acumulación’, esta población excedente también es la palanca de dicha acumulación; concretamente, es aquello que ‘[c]onstituye un ejército industrial de reserva a disposición del capital, que le pertenece a este tan absolutamente como si lo hubiera criado a sus expensas’[12]. La discusión sobre la creación del ejército industrial de reserva está estrictamente relacionada con el análisis por Marx de la composición orgánica del capital y la tendencia de la acumulación capitalista a alentar el aumento de ‘la parte constitutiva constante del valor del capital a expensas de su constitutiva variable’[13].

En otras palabras, la creación de un fondo de desempleados y subempleados se debe a la necesidad para el capital de incrementar la masa y el valor de los medios de producción (i.e., la maquinaria) a costa de la disminución de la masa y el valor del trabajo vivo (i.e., los salarios y los trabajadores). En efecto, un elemento crucial en la reducción de los salarios y los trabajadores, o del capital variable, es el desarrollo técnico y la mecanización, que junto a otros factores conduce a la expulsión de un número de trabajadores respecto al proceso de producción, luego a la creación de un excedente de trabajadores que ya no son necesarios. No obstante, Marx le vio un límite ineludible a la mecanización, ya que la fuerza de trabajo es la principal fuente del plusvalor, de manera que es el componente del proceso de trabajo que no puede quedar completamente reemplazado por máquinas. Esta es una de las razones por las que, para garantizar e incrementar la acumulación de capital, la historia del capitalismo ha visto el desarrollo de una serie de estrategias orientadas a disminuir la masa y el valor del trabajo vivo, pero también a limitar los escollos de una mecanización completa. Algunas de estas estrategias han sido: (a) la reubicación de la producción en áreas con trabajo barato, en lugar de la inversión en innovaciones tecnológicas costosas para mantener los lugares de producción en áreas con una fuerza de trabajo ‘cara’; y (b) recurrir al suministro de trabajo barato ofrecido por trabajadores migrantes, particularmente en el caso de los sectores productivos no reubicables (como el de la construcción o el de la industria de los servicios, por ejemplo), dando lugar de ese modo a formas de competencia entre trabajadores ‘nativos’ y ‘extranjeros’ por el empleo disponible. Por este conjunto de razones, ya en el tiempo de Marx las minoría migrantes y racializadas ocupaban un lugar especial dentro de la reproducción capitalista de poblaciones trabajadoras excedentes, una situación que les permitía a los capitalistas mantener su disciplina salarial e inhibir la solidaridad de clase por medio de la aplicación de una lógica de ‘divide y vencerás’.

Feminismo de la reproducción social y mujeres migrantes/racializadas

La noción marxiana del ejército industrial de reserva, junto a aquellas teorías que resaltan las operaciones del Estado que ayudan a producir y reproducir los ejércitos industriales de reserva, es una herramienta crucial para describir las condiciones del trabajo migrante y racializado en la coyuntura actual[14]. En particular, nos permite descifrar la unidad entre los aspectos económico y político del proceso de construcción de los trabajadores migrantes y racializados como una nueva clase global de desposeídos. No obstante, deberíamos apuntar que a las mujeres migrantes y racializadas en la Europa occidental contemporánea ni se las presenta ni se las percibe de la misma manera que a los hombres. Es más, el papel que estas mujeres juegan en la economía capitalista contemporánea, como una fracción de trabajo segregada en un sector recientemente mercantilizado como el de los cuidados y el trabajo doméstico, también es discutiblemente diferente. ¿Cómo podemos explicar este doble rasero para el género?

Las mujeres comprenden algo menos de la mitad de todas las migrantes internacionales del mundo[15]. En Europa, por ejemplo, las estimaciones revelan que las mujeres comprenden algo más de la mitad del flujo migratorio en los 27 países de la Unión Europea. Un gran número de mujeres migrantes pero también racializadas (que no son necesariamente migrantes como en el caso de muchas mujeres musulmanas o inmigrantes de segunda generación) que participan activamente en el mercado laboral occidental están empleadas en una única rama de la economía, a saber, la de los cuidados o del sector socialmente reproductivo. La creciente participación de mujeres ‘nativas’ en la economía ‘productiva’ desde los 1980s, el declive de la tasa de natalidad y el creciente número de gente anciana, emparejados con la erosión, insuficiencia o simple inexistencia de servicios de cuidados públicos o asequibles, han resultado en la mercantilización del llamado trabajo ‘reproductivo’, que es llevado a cabo principalmente por mujeres migrantes y racializadas. La demanda de trabajo en este sector ha crecido tanto a lo largo de los últimos veinte años que ahora se considera como la razón principal de la feminización de la migración internacional[16].

Para poder entender la ‘excepción’ que constituyen las mujeres migrantes y racializadas en la Europa contemporánea en tanto que fuerza de trabajo y segmento de la población que parece libre de las acusaciones de amenaza económica, social y cultural e incluso victimizado mientras se le ofrece un rescate, sugiero que tenemos que atender más cuidadosamente a la reorganización de la reproducción social. ¿Qué distingue al sector doméstico y de los cuidados, o socialmente reproductivo, en el que las mujeres migrantes y racializadas encuentran empleo en su mayoría, de otros sectores que emplean en su mayoría a hombres migrantes y racializados?

Primero, como se ha afirmado en muchas investigaciones, la ‘afectividad’ es un componente fundamental -pero no exclusivo- del trabajo ‘socialmente reproductivo’. Esto es importante porque el componente ‘afectivo’ de la reproducción social les plantea dificultades cruciales a los intentos de mecanizarla y automatizarla. Como discute Silvia Federici,

Al contrario de lo que sucede con la producción en otros campos, la producción de seres humanos es irreducible en gran medida a la mecanización, ya que requiere de un alto grado de interacción humana y de la satisfacción de complejas necesidades en las que elementos físicos y afectivos se encuentran inextricablemente unidos.[17]

En segundo lugar, la necesidad de proximidad entre quien produce y quien consume trabajo socialmente reproductivo como los cuidados y el trabajo doméstico, la imposibilidad de suspenderla, así como el hecho de que dicho trabajo se debe consumir inmediatamente después de o durante su producción misma, hacen que la interrupción y la ‘reubicación física de la producción fuera del lugar del consumo final (como en la producción de mercancías) sea prácticamente imposible’[18].

Una de las consecuencias de la resistencia del trabajo socialmente reproductivo a la mecanización y la reubicación es, no sólo que este trabajo haya sido reprivatizado y redistribuido sobre los hombros de las mujeres migrantes o parcialmente comercializado, sino que también es uno de los sectores donde el análisis por Marx del ejército industrial de reserva necesita enmiendas. Como ya he indicado, la discusión de la creación de una población trabajadora excedente, o un ejército de reserva, está estrictamente relacionada con el análisis por Marx de la composición orgánica del capital y la tendencia de la acumulación capitalista a alentar el incremento de la masa y el valor de los medios de producción a expensas de la masa y el valor del trabajo vivo empleado en el proceso de producción. Un elemento crucial de la reducción del capital variable es en efecto el desarrollo técnico y la automatización, así como la reubicación que, junto a otros factores, conducen a la expulsión de un número de trabajadores respecto al proceso de producción y, en consecuencia, a la creación de un ejército de reserva. Sin embargo, la resistencia del trabajo socialmente reproductivo a la mecanización y la reubicación significa que sólo una pequeña porción de este trabajo puede reemplazarse por medio del desarrollo técnico. En su mayor parte, sólo el trabajo vivo puede desempeñarlo, esté mercantilizado a través del reclutamiento de trabajadoras de cuidados/domésticas en hogares privados o a través del crecimiento de servicios comerciales (comida rápida, lavandería, etc.) o llevado a cabo ‘gratis’ por miembros de la familia/hogar.

Como resultado, la demanda de trabajo de cuidados/doméstico en hogares privados -en particular, la situación en la que las tareas reproductivas son cada vez más privatizadas hacia dentro de los hogares, externalizadas y mercantilizadas, y a la luz de cambios sociales y demográficos tales como el envejecimiento de la población y la creciente participación de las mujeres en trabajo pagado- está destinada a crecer dramáticamente en los años venideros. No es casualidad que estudios recientes del impacto de la crisis económica global sobre las trabajadoras migrantes en muchos países de Europa occidental muestren que los sectores en los que se concentran en mayor medida las mujeres migrantes (a saber, la reproducción social) ‘no han estado afectados por la crisis’; tales sectores se han ‘incluso expandido en su contexto’[19]. Como he anotado antes, al envejecimiento de la población y la creciente participación de mujeres ‘nativas’ en el mercado laboral durante los últimos veinte años, a lo que no han seguido ni un crecimiento de los servicios de cuidados públicos ni cambio alguno en la división generizada del trabajo dentro del hogar privado, han sido ciertamente una de las razones de la creciente demanda de cuidadoras privadas y trabajadoras domésticas, así como un poderoso ímpetu para la feminización de los flujos migratorios contemporáneos. Pero, ‘no es simplemente la falta de provisión pública lo que le da forma a la demanda de cuidado de niños [y de ancianos], sino la naturaleza misma del apoyo estatal disponible’[20]. En los últimos quince años, a lo largo de Europa, se han ido introduciendo diferentes formas de provisión de dinero en efectivo y de crédito fiscal para ayudar a las familias, alentando el desarrollo de la ‘mercantilización de los cuidados’ y los servicios domésticos, que por lo general se buscan de manera privada en el mercado, donde las mujeres migrantes y racializadas suministran la parte más grande de la oferta.

La creciente demanda de trabajadoras domésticas y de cuidados en Europa, que ha estado alimentada por el conjunto de fenómenos sociales y demográficos que he descrito, es un factor muy importante en la explicación de por qué el trabajo feminizado migrante y racializado no recibe el mismo trato que su contraparte masculina. Se puede encontrar evidencia de esto en el modo en que las actuales campañas y políticas contra la inmigración ilegal impactan diferencialmente a hombres y mujeres. El caso italiano es particularmente emblemático. En 2009, el gobierno italiano le concedió una amnistía únicamente a las migrantes ilegales que trabajaban como cuidadores o como trabajadoras domésticas (badanti), puesto que este era considerado el único sector en el que la oferta nacional podía alcanzar la demanda de trabajo. En esta ocasión, Roberto Maroni de la Liga Norte (el ministro del Interior) declaró que ‘[n]o puede haber una regularización para quienes han entrado ilegalmente, para quienes violan a mujeres o roban en una villa, pero por supuesto que tomaremos en cuenta todas las situaciones que tienen un fuerte impacto social, como en el caso de las cuidadoras migrantes’[21]. De este modo, los partidos antiinmigración de derechas como la Liga Norte están dispuestos a hacer la vista gorda con quienes migran sin documentación mientras sean mujeres migrantes trabajando en el sector doméstico y de los cuidados. La Liga Norte es también uno de los partidos que despliegan la ideología feminacionalista descrita al principio de este texto.

Es más, se debería destacar que las políticas de integración a lo largo de Europa les exigen cada vez más a las mujeres migrantes que acepten empleos en el sector socialmente reproductivo como condición para concederles el derecho de permanecer en el país. Paradójicamente, estas políticas de integración parten de la asunción de que las mujeres migrantes (en particular, las musulmanas) necesitan emanciparse, pero estas mismas políticas las conducen a empleos como el cuidado de niños, el cuidado de ancianos y los servicios de limpieza, que han sido considerados históricamente como las actividades generizadas que marcan la falta de emancipación de las mujeres.

Como ya he mencionado, una de las consecuencias que se derivan de las peculiaridades del trabajo socialmente reproductivo mercantilizado desempeñado por mujeres migrantes y racializadas es que el trabajo migrante feminizado no se presta al análisis a través de la categoría marxiana del ejército industrial de reserva de exactamente la misma manera que el trabajo migrante masculinizado y racializado en otros sectores de la economía. La fuerza de trabajo feminizada migrante y racializada empleada en el sector doméstico y de los cuidados en la Europa occidental no constituye hoy día un ‘ejército de reserva’ representado (y percibido) como una amenaza económica para los trabajadores nativos, constantemente expuesto al desempleo y usado para mantener una disciplina salarial. Más bien, constituye un ejército ‘regular’ de trabajo. En lugar de competir con las mujeres ‘nativas’ en el mercado de los empleos de baja cualificación, las mujeres migrantes empleadas como trabajadoras domésticas y de cuidados han permitido tanto que un número de mujeres nacidas en el territorio trabajen fuera del hogar como que se creen figuras profesionales completamente novedosas, tales como la de la cuidadora personal remunerada (badante) que, en Italia, por ejemplo, no había existido hasta entonces. Más bien que inspirara campañas por su exclusión del mercado laboral y de las prestaciones sociales, o de Europa occidental misma, las mujeres migrantes y racializadas no occidentales han quedado sujetas a procesos excepcionales de regularización (como en el caso italiano) y han recibido incluso ofertas de ‘salvación’ de sus culturas presuntamente retrógradas.

El énfasis sobre las mujeres migrantes no occidentales en su conjunto como individuos a ser ayudados en su proceso de integración y emancipación, incluso a través de ofertas de empleo, es de este modo posible porque ellas, al contrario que los hombres trabajadores migrantes y racializados, ocupan actualmente una posición estratégica en el sector socialmente reproductivo del cuidado de niños, del cuidado de ancianos y de la limpieza. Más bien que ‘ladronas de trabajo’ y ‘amenazas culturales y sociales’ -denominaciones usadas regularmente para los hombres migrantes- las mujeres migrantes musulmanas y no occidentales parecen ser las que les permiten a las europeas occidentales trabajar en la esfera pública al proveer el cuidado que la reestructuración neoliberal ha mercantilizado.

En conclusión, me gustaría sugerir que el doble rasero aplicado a las mujeres migrantes y racializadas en el imaginario público, como individuos que necesitan una especial atención e incluso un ‘rescate’, opera como una herramienta ideológica que está estrictamente conectada con su papel crucial (presente o futuro) en la reproducción de las condiciones materiales de la reproducción social. Lo que llamo ‘feminacionalismo’, o la apropiación de temas feministas por parte de nacionalistas en campañas racistas, se debería entender entonces como una parte integral de la reorganización específicamente neoliberal de las políticas estatales de bienestar, trabajo e inmigración que ha tenido lugar en el contexto de la crisis financiera global y, más generalmente, de la crisis de la reproducción social en la Europa occidental. La posibilidad misma de que nacionalistas de derechas exploten los ideales emancipatorios de la igualdad de género dentro de una política xenófoba surge en gran medida de la reconfiguración específicamente neoliberal de la economía de la Europa occidental en los últimos treinta años.

Como espero que este texto haya mostrado, una lectura combinada de las teorías de la reproducción social y la teoría marxiana de las poblaciones excedentes es crucial para entender el entrelazamiento de la opresión racial y de género con la explotación clasista, así como su igual de contundente centralidad para la reproducción capitalista.

[1] Laura Casielles, Arena en los ojos: Memoria y silencio de la colonización española en Marruecos y el Sáhara Occidental, Madrid: Libros del K.O., 2024, p. 27.

[2] Sara Farris, En nombre de los derechos de la mujer: El auge del feminacionalismo, Madrid: Traficantes de Sueños, 2021, pp. 125-131.

[3] Ley Orgánica 7/1985, de 1 de julio, sobre derechos y libertades de los extranjeros en España. Boletín Oficial del Estado, 158, de 3 de julio de 1985. https://www.boe.es/eli/es/lo/1985/07/01/7

[4] Sara Farris, íbid., p. 25.

[5] Sara Farris, íbid., p. 278.

[6] El Programa de La Haya: consolidación de la libertad, la seguridad y la justicia en la Unión Europea, Diario Oficial de la Unión Europea, 53, de 3 de marzo de 2005. https://eur-lex.europa.eu/legal-content/ES/ALL/?uri=CELEX%3A52005XG0303%...

[7] https://www.consilium.europa.eu/es/policies/eu-migration-policy/eu-migra...

[8] Original publicado bajo licencia Creative Commons el 19 de febrero de 2019. Disponible en: https://research.gold.ac.uk/id/eprint/27940/

[9] Sara R. Farris, En nombre de los derechos de la mujer: El auge del feminacionalismo, Madrid: Traficantes de Sueños, 2021.

[10] Jasbir K. Puar, Ensamblajes terroristas: El homonacionalismo en tiempos queer, Manresa: Bellaterra, 2017; Éric Fassin, ‘Sexual Democracy and the New Racialization of Europe’, Journal of Civil Society, vol. 8, no. 3 (2012), pp. 285–8.

[11] Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política: Libro Primero…, Madrid: Siglo XXI, 2017, p. 721.

[12] Íbid., p. 722.

[13] Íbid., p. 712.

[14] Véase, por ejemplo, Jon May, Jane Wills, Yara Datta, Evans Kavita, Joanna Herbert and Cathy McIlwaine, ‘Keeping London Working: Global cities, the British state and London’s New Migrant Division of Labour’, Transactions of the Institute of British Geographers 32 (2007), pp. 151–67.

[15] Naciones Unidas, International Migration Report, 2017, www.un.org/en/development/desa/population/migration/publications/migrati...

[16] Véanse: Rachel Salazar Parreñass, Servants of Globalization: Women, Migration and Domestic Work, Stanford CA: Stanford University Press, 2001; James A. Tyner, Made in the Philippines: Gendered Discourses and the Making of Migrants, London and New York: Routledge, 2004; Nana Oishi, Women in Motion: Globalization, State Policies and Labor Migration in Asia, Stanford CA: Stanford University Press, 2005; Maurice Schiff, Andrew R. Morrison and Mirja Sjoeblom, The International Migration of Women, New York: World Bank Publications and Basingstoke: Palgrave Macmillan, 2007; Jennifer Rubin, Michael S. Rendall, Lila Rabinovich, Flavia Tsang, Constantijn van Oranje-Nassau and Barbara Janta, Migrant Women in the European Labour Force: Current Situation and Future Prospects, European Commission, Directorate General for Employment, Social Affairs and Equal Opportunity, RAND Europe, 2008; International Labour Office, Domestic Workers Across the World: Global and Regional Statistics and the Extent of Legal Protection, Geneva: International Labour Office, 2013.

[17] Silvia Federici, ‘La reproducción de la fuerza de trabajo en la economía global y la inacabada revolución feminista’, en Revolución en el punto cero: Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas, Madrid: Traficantes de Sueños, 2013, p. 174.

[18] Nicola Yeates, ‘Global Care Chains’, International Feminist Journal of Politics 6 (2004), pp. 369–91.

[19] Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, Perspectivas de la migración internacional, Paris: OECD Publishing, 2012; Sara R. Farris, ‘Migrants’ Regular Army of Labour: Gender Dimensions of the Impact of the Global Economic Crisis on Migrant Labour in Western Europe’, The Sociological Review 63 (2015), pp. 121–43; Maria Karamessini and Jill Rubery, eds, Women and Austerity: The Economic Crisis and the Future for Gender Equality, London: Routledge, 2013.

[20] Fiona Williams and Anna Gavanas, ‘The Intersection of Child Care Regimes and Migration Regimes: A Three-Country Study’, in Helma Lutz, ed., Migration and Domestic Work: A European Perspective on a Global Theme, Aldershot: Ashgate, 2008, p. 14.

[21] Entrevista disponible en: www.repubblica.it/2008/05/sezioni/cronaca/sicurezza-politica4/bossi-spag...