Basura no es un trabajo de ecología humana sobre las dimensiones, las características y las consecuencias del desperdicio, y sobre las posibles soluciones del problema. Tampoco es una requisitoria moral contra ese desperdicio y contra la exclusión de seres humanos y de pueblos enteros; no es una sucesión de crónicas escandalosas. Por supuesto algo habrá de todo ello, pero el objetivo central es otro: describir cómo la basura, sin que de ello nos demos verdaderamente cuenta, se ha convertido en el fenómeno central de nuestra civilización; el más revelador, el más activo. La basura es un objeto, sí, pero es sobre todo el acto de producirlo.
¿Es la nuestra una sociedad regida por el consumo o más bien por la acumulación? ¿Qué significa en realidad carpe diem? ¿Cuándo pasó el vocablo «basura» a ser un modificador conceptual, adoptado para dar cuenta de algunas nuevas realidades, como los contratos basura, la telebasura, la comunicación basura, la basura blanca, las hipotecas basura...? ¿En qué momento se impuso la utopía basura del progreso, esa creencia de que todo lo existente deberá ser tirado a la basura, una y otra vez, en el camino a un futuro indefinidamente mejor?
BASURA
AUTOR/A
CALAVIA SÁEZ, ÓSCAR
No hay título posible que dé cuenta de un panorama tan diverso como el que se ofrece en las páginas que siguen. Hablar de «reflejo» es un tópico ya muy gastado. Los indios de las tierras bajas, supuestamente desnudos (pinturas o adornos no parecían contar como tales para quien entendía la ropa como una manera de velar «vergüenzas»), son probablemente la parcela de la humanidad sobre la que se han proyectado más ideas. Todas les probaban bien: espejo de la naturaleza, anarquistas o comunistas primitivos, caníbales feroces. Ellos mismos no han dado muestras de una menor inclinación a esa proyección: cientos de relatos amerindios comienzan con ese cazador que, mirando a través de la superficie de un lago, descubre otro universo que equivale al suyo, y eso se extiende a otros reflejos: en la ciudad de los blancos se adivina la ciudad de los espíritus; en las pirañas o las anacondas colosales de sus películas de terror exótico se reconocen las bestias primigenias y auténticas, mucho más poderosas que sus réplicas corrientes.