Para envío
Un treintañero con carrera, máster e idiomas malvive en la casa familiar con un empleo (agotador, precario, incierto) de empaquetador. Un anciano enfermo espera en la cama a que llegue el cortejo del desahucio. Una mujer joven alquila su vientre aunque no puede permitirse tener hijos propios. Un niño de nueve años trabaja diez horas seis días a la semana en la fábrica textil desu pueblo en Bangladesh. Una trabajadora mayor, curtida en el infierno de su espalda, aguarda la cirugía que no llega. Un padre y una madre y su hija pequeña saltan de la patera que hace agua y se sumergen en el mar helado. La sangre de una mujer que no quiere vivir sometida empapa el suelo.
El crecimiento infinito en un entorno finito. Envoltorios de plástico que colmatan mares. la existencia se paga con el CO2 que oscurece los abrazos. Los glaciares crujen de espanto. Los bosques se arrodillan en llamas. La atmósfera está irritada ante tanto desatino. Aquí diluvia y allí crece el erial. la Tierra, abandonada. La amenaza de un desierto sin distancias.
¿A qué viene tanto daño? ¿Qué tendrán aún que vivir los hijos y los nietos? ¿Qué les vamos a decir? Solo queda una salida: volver a habitar la Humanidad que ha sido deshabitada. Es una deuda de sangre. Es una deuda de estirpe. La de los seres humanos.