Para envío
En los últimos tiempos se ha recrudecido la crítica contra el etnocentrismo teórico moderno. Es decir, contra el supuesto de que las categorías y conceptos teóricos forjados en el mundo moderno occidental son de aplicación analítica universal y permiten comprender y explicar la conducta de los seres humanos de cualquier tiempo y lugar. En su formulación más básica, la crítica del etnocentrismo sostiene que las referidas categorías y conceptos designan fenómenos humanos que son exclusivos del mundo moderno y, por tanto, no son aplicables al análisis de grupos humanos que están situados fuera de este. Un segundo grupo de críticos sostiene, además, que las categorías y conceptos modernos no son representaciones de entidades y fenómenos que tienen una existencia objetiva, sino que constituyen tan solo una forma, entre otras, de concebir a los seres humanos y a su mundo. Y, por tanto, que ello los incapacita como herramientas teóricas para dar cuenta de la conducta de aquellos sujetos que no operan con los supuestos de la modernidad teórica. Desde este punto de vista, el etnocentrismo no solo incurre en el error de atribuir a las acciones de los sujetos no modernos causas y motivaciones que estas no poseen, sino que además impide que afloren las concepciones del mundo que realmente subyacen a esas acciones.
En suma, la crítica del etnocentrismo teórico moderno no solo está propiciando la renovación del campo de estudios de la diferencia y la diversidad humanas: entraña además una reconsideración de buena parte de los supuestos teóricos y epistemológicos sobre los que se asientan la modernidad teórica y las denominadas ciencias sociales. Esta crítica está contribuyendo a la configuración de un nuevo sentido común teórico, diferente del legado por la modernidad, que debería ser tenido en cuenta a partir de ahora en cualquier investigación sobre el mundo humano (y eventualmente en el diseño de cualquier estrategia de intervención política).