?Un fantasma recorre el mundo: el fantasma del comonismo? (sí, con ?o?). Seguramente exageramos, pero bien pudieran estas palabras constituir el inicio de un nuevo Manifiesto que intente encontrar (y devolver) un sentido compartido a la proliferación de protestas y luchas sociales que, desde sus inicios, se ha convertido en una de las características más singulares de este siglo XXI. Todo empezó el 30 de noviembre de 1999 en Seattle, cuando miles de personas se manifestaron contra la cumbre de la Organización Mundial de Comercio (OMC) al grito de ?Whose streets? Our streets! Whose world? Our world!? (¿De quién es la calle? ¡Nuestra! ¿De quién es el mundo? ¡Nuestro!). Con el antecedente del Primer Encuentro Intercontinental por la Humanidad y Contra el Neoliberalismo, organizado en 1996 en Chiapas por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), la ?batalla de Seattle? fue la grieta inesperada por la que se filtró la crítica y la contestación al sistema neoliberal global. Contestación que desde entonces no ha dejado de hacerse notar a todo lo largo del presente siglo, desde la constitución del Foro Social Mundial iniciado en Porto Alegre en 2001 hasta la primavera de 2011, con una ola de indignación ocupando las plazas en todo el mundo. Pero, ¿de verdad hay algo ?algo a la vez objetivo y significativo? que permita relacionar tantas y tan diversas manifestaciones de resistencia, surgidas en lugares tan distintos y tan distantes, planteadas en escalas ?globales unas, locales la mayoría? tan diferentes? Otros modos de co-producir, co-decidir y, sobre todo, otros modos de co(n)vivir, que no sean ni públicos ni privados, sin que por ello deban ser antiestatales o antimercantiles. Nos parece una reflexión que en absoluto resulta ajena a las temáticas y a las preocupaciones que en muchas ocasiones han sido abordadas por esta revista a lo largo de su trayectoria; al contrario, la cuestión de los comunes puede servir para fortalecer nuestra reflexión sobre cuestiones tales como la naturaleza del denominado tercer sector, las posibilidades de la economía social y solidaria, la identidad y la lógica propias de la acción voluntaria, etc. Por ello, en este número de Documentación Social hemos querido asomarnos a esta cuestión de los bienes comunes, los commons o el procomún, denominaciones todas ellas utilizadas para referirse a una práctica tradicional ampliamente extendida por todo el planeta, renovada y reforzada en los últimos años de la mano tanto del movimiento antiglobalización y su lucha contra la mercantilización del mundo como de los colectivos que reivindican el conocimiento y la cultura libres. La concesión en 2009 del Premio Nobel de Economía a la politóloga norteamericana Elinor Ostrom ha vuelto a situar esta cuestión en la agenda teórica y en el debate público. Es una excelente ocasión para reflexionar sobre una perspectiva y una práctica que nos invita a recuperar, desde claves nuevas, el proyecto de una vida en común.