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Lucrecia Martel El 9 de julio de 2007 nevó en Buenos Aires por primera y única vez en un siglo. César González ya era mayor de edad y cumplía el segundo de los cinco años que pasaría preso por un asalto que terminó en secuestro. Criado en una villa marginal a las afueras de la capital por una madre dealer y una abuela evangélica que le enseñó a leer la Biblia, en El niño resentido consigue retratar una realidad cruda con una belleza que te deja sin aliento, en la que la supervivencia y la muerte se miran de frente. Sin filtro ni escrúpulos, el autor demuestra hasta qué punto la literatura puede salvar una vida a través de este wéstern criollo suburbano, auténtico y sensible, que contiene delincuencia y veneración, cadenas de oro y motos, heridos y muertos, balaceras y persecuciones, policías y ladrones. Y con su prosa despojada de moralidad, vindica su linaje y lanza un hechizo que también es un réquiem a sus amigos. Una novela lujuriosa y austera, un tsunami.