Para envío
Quienes ya transitaron por su primer libro editado en 2012, Un nuevo Amor, podrán verificar, una vez más, en la serie de los veintitrés textos que componen este segundo volumen, lo que me atrevo a nombrar como la fe de Mercedes de Francisco en lo fragmentario.
Esta fe sostiene una constancia de discontinuidad que da cuenta de su fidelidad a las huellas del síntoma .
Según mi parecer, es esta fidelidad aquello que le permite hacer un buen uso de estas huellas que, en su iteración de letra sinsentido, pueden orientar a una mujer en su vacío.
La letra lacaniana es una experiencia viva en el cuerpo y Freud la nombró de distintos modos. Ya en uno de su más temprano e inagotable texto clínico al que se conoce coloquialmente ?porque ya ha pasado a ser un sentido común en el habla cotidiana? como la interpretación de los sueños, Freud nombra esta experiencia viva en el cuerpo como el ombligo del sueño.
Es allí, en otra escena, separado de un modo radical de cualquier viso de conciencia el punto donde se asienta lo duradero e irremediablemente no sabido de cada uno. Un punto absolutamente inasequible tanto para el soñante como para el psicoanalista. Un punto solo, sin imagen alguna para envolverlo. Solo en un absoluto vacío de lenguaje porque no hay función de la palabra posible que lo signifique. [?]
Acordes y desacuerdos escanden una amistad que perdura en los años, a contracorriente de las tesis a "la bauman" tan del gusto de hoy, tal vez porque estas tesis tiene un resón en los cuerpos de este sonido elemental de un cinismo acuoso, en cuyas corrientes turbulentas las políticas neoliberales nos instan con una firmeza disfrazada de entusiasmo a navegar hasta esa asfixia que no engaña.