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Frente a la percepción generalizada que contrapone Islam y democracia esta obra sostiene que la vinculación entre ambos, aunque complicada, es posible. Democracia, Estado y relaciones internacionales son analizados a la hora de recordar que otros sistemas culturales, como el occidental, originariamente determinados por lo religioso, necesitaron siglos para evolucionar. Sin duda las posiciones más radicales del islamismo han transmitido la violencia y el terror como fenómenos asociados a ellas. A pesar de que, en gran medida, han logrado una hegemonía cultural e intelectual en el movimiento radical y, en ocasiones, en la sociedad musulmana en su conjunto, los islamistas no constituyen una alternativa, sino más bien un signo de la crisis, en todo caso un fenómeno pasajero, pues en el mundo de nuestros días, todavía bajo la preponderancia del Estado-nación, el Islam político carece de los requisitos estructurales para imponerse en las relaciones internacionales. Desde la complejidad que supone su estudio, se abordan también cuestiones como el pluralismo y las relaciones entre universalidad y particularidad.
