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Publicada a mediados de julio de 1893 por la administración de la revista catalana La tramontana, la novela de Anselmo Lorenzo tiene un objetivo concreto, según plantea Josep Llunas en el prólogo de la primera edición del libro: «más que el deseo de exponer en forma novelesca una faz de la lucha por la existencia que sostiene la clase trabajadora, obedece en su estructura y argumento a la necesidad sentida de que las ideas de emancipación obrera traspasen los límites del periódico de combate, del folleto y aún del libro». La distinción es precisa y fundamental dado que con la misma se trata de diferenciar una literatura, generalmente, de autoría burguesa (escrita por Pérez Galdós, López Bago o Pardo Bazán) que muestra la terrible situación social de la clase trabajadora (miseria, corrupción moral, condiciones de vida insalubres, etc.) habitualmente confundida con las clases populares; y otra literatura, de autoría proletaria (como es el caso de Lorenzo) que muestra el conflicto antagónico entre clases sociales y las formas de emancipación del proletariado.
Los relatos ordenan los hechos sociales y les dan sentido. Por ello, la narración fue un campo de batalla en el que el movimiento obrero también quiso participar desde su irrupción organizada en el siglo XIX.
Si la sociedad burguesa se había fundado sobre un relato propio, el movimiento obrero tendría el suyo. La escritura de Justo Vives desautoriza las narraciones que la burguesía había hecho para las clases populares desmontando el sentido impuesto y produciendo otros basados en la justicia social, la solidaridad, la lucha obrera y el amor libre.
Elaborado de forma sencilla para una sociedad culturalmente restringida, Justo Vives corroe los modelos literarios dominantes, como el melodrama y el conflicto de honor, para narrar una actitud ejemplar en la lucha por la vida.
