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Este libro, muy documentado, pero con un estilo directo, crítico e irónico, expone el asombroso progreso de China desde 1949 hasta nuestros días, profundizando en la última etapa. Frente a la extendida idea de que China, tras la muerte de Mao, entró en una fase económica, política e ideológica totalmente diferente, esta obra subraya la continuidad básica de esa evolución.
En los últimos años, China ha dejado de ser un país agrario, pobre y atrasado, desarrollando una economía capaz de disputar la hegemonía internacional de Estados Unidos. Su industria pujante, el aumento de su población urbana y un creciente nivel de vida contrastan con la fragilidad de sus instituciones políticas y culturales, así como la falta de libertades democráticas. Pese el desarrollo de mercados libres en algunos ámbitos, la economía china sigue sometida a un sistema político totalitario que marca los límites del mercado y de las inversiones extranjeras. Es lo que sus creadores llaman socialismo de rasgos chinos.