La victoria del urbanismo capitalista que hoy asola nuestras ciudades será total si también se impone en las subjetividades e imaginarios, no solo por la aceptación resignada de la misma, sino como censura, autocensura, represión y rechazo de las experiencias sensibles que todavía resisten y sobreviven: esas turbulencias de la ciudad insurrecta que late y respira bajo su piel artificial, síntomas de una vida imprevisible e imprevista que todavía no está planificada.
Hablamos de las percepciones y vivencias de la psicogeografía, la deriva o el paseo surrealista, y de todas aquellas que tal vez escapan, se desvían o transgreden por sus propios medios sensibles y experimentales las definiciones canónicas de cualquier etiqueta.
Por todo ello querríamos investigar y compartir las acciones, juegos e intervenciones, así como las huellas, testimonios o premoniciones, del derecho a la ciudad, del deseo de ciudad. Intervenciones, juegos y acciones que aun partiendo de la conciencia de la crisis casi terminal de la ciudad, se resisten y niegan a sabiendas tal diagnóstico en tanto autoprofecía fatalista, en cuanto determinismo nihilista. A sabiendas: porque buscan y encuentran los rastros de la Ballena Blanca, de la ciudad rediviva que pugna por reemerger. Y nuestra vida con ella.
Porque no nos vamos. Para que no perdamos los barrios. Para que nos sigamos perdiendo en el barrio.




















