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Para este científico belga, el saber que puede poner fin a su vida, sin degradarse ni sufrir en sus últimos momentos, le da paz. Cómo poder hacerlo le da seguridad, y confianza saber que todo está preparado.
Está lejos de la intención del autor incitar a nadie a quitarse la vida. En el libro insiste que los jóvenes no tienen derecho al suicidio y solo se dirige a los ancianos y enfermos terminales, que deseen una muerte serena, para que la degeneración física o psíquica no sea una fatalidad ineludible.
La falsa moral y las legalidades vigentes están poniendo trabas en algunos países a la edición y difusión de libros como este.